La Declaración de Líderes del G20 fue la culminación de un proceso que se desarrolló durante el 2024 y que culminó en Río de Janeiro los días 18 y 19 de noviembre. El Presidente Bori? concurrió como invitado a esta Cumbre que reúne a 20 países "grandes" como Alemania, EEUU, Reino Unido, Japón, Rusia, Arabia Saudí, Argentina, Brasil, China, India, México.
La principal motivación de este encuentro fue revisar la Carta de las Naciones Unidas firmada en 1945 y que rige la actuación de la organización. Es evidente que la estructura del G20 no responde a las exigencias actuales de seguridad y paz internacional, ni garantiza el desarrollo sostenible de las naciones, sobre todo de aquellas que tienen serios problemas de pobreza y hambruna. Al respecto, el Presidente de Brasil y organizador de esta Cumbre, Lula da Silva, comenzó su intervención manifestando "que la globalización neoliberal ha fracasado y que el poder de veto de los miembros permanentes y las sanciones unilaterales provocan sufrimiento y afectan a los más vulnerables". Conceptos que la mayoría de los países del planeta comparten, pero que chocan con el poder de unas pocas naciones que finalmente deciden sobre cuestiones globales pensando únicamente en sus intereses.
Así, por ejemplo, las deudas externas impactan el desarrollo de las economías pequeñas y medianas, como la de muchos países africanos, que deben ocupar sus recursos financieros en cancelar la deuda externa y ven mermadas sus posibilidades de financiar las necesidades internas de sanidad, educación o infraestructura. La presencia de países y pueblos que no logran subsistir en este sistema neoliberal debe convocar a la cooperación internacional para reducir las desigualdades.
Otros temas fundamentales tratados en el G20 fueron el Empoderamiento de las Mujeres, la igualdad étnico-racial, el aumento del uso de energías renovables, el fomento de la inversión en políticas públicas para mejorar el acceso al agua y el saneamiento, que representan desafíos que el mundo en su conjunto debe enfrentar. Hubo acuerdo entre los asistentes que es urgente aplicar gravamen a los multimillonarios y una reforma de la estructura financiera internacional para costear globalmente el crecimiento sostenible y luchar contra la pobreza. No se dejó de lado el tema del cambio climático y las estrategias para su abordaje.
Hay países que han transitado parcialmente por ese camino de pensar y actuar globalmente frente a las demandas urgentes del planeta y es posible ver resultados positivos, alentadores que hacen pensar que si la humanidad se lo propone puede asegurar un crecimiento sólido, sostenible, inclusivo pavimentando el camino hacia la paz.
Esa es la Cara de la humanidad.
El Sello se refiere a que muchos de los países firmantes de la Declaración de Líderes son propiciadores, financistas e impulsores de las guerras actualmente en desarrollo, que nada tienen que ver con los buenos propósitos mencionados precedentemente.
Con una mano firman medidas de protección al ambiente y con la otra disparan bombas que destruyen (además de seres humanos) las tierras de cultivo, los bosques, los ecosistemas, dañan las aguas, el aire que respiramos.
Con un mano firman acuerdos para erradicar la pobreza y con la otra asfixian a los países pobres con cobros abusivos y les roban sus riquezas. Con la misma mano que firman esos altruistas acuerdos destruyen el Amazonas, ignoran la desesperanza de los inmigrantes, de las mujeres violentadas, explotadas sexualmente y asesinadas.
Los invisibilizados, los explotados, a los que se les niega el derecho a la educación, la salud, la vida, requieren acuerdos que se cumplan y decisiones políticas que conduzcan a construir sociedades prósperas y un mundo de paz.
Ésa es la Cumbre que necesitamos impulsar.