Si buscamos en Google la palabra "Demagogia" se refiere a una práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular. Se habla de que es una degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder. En la Biblia un demagogo es un líder que apela a las emociones, a los miedos y los prejuicios de las personas.
Estamos en un año eleccionario, que ya comenzó, de manera abrupta, y se requiere estar atento a este tipo de estrategias, que nos están invadiendo por los diferentes canales de información en nuestro día a día. El origen de la palabra "demagogia" se remonta a la antigua Grecia, está formada por las voces griegas demos ("pueblo") y ágo ("conduzco" o "guío"). Originalmente, se usaba para designar a la persona que era hábil para guiar al pueblo y ganarse su favor, especialmente gracias a su oratoria o carisma. Sin embargo, adquirió un sentido negativo a partir de la obra de Aristóteles (384-322 a. C.), quien la caracterizó como una forma corrupta de la democracia y definió a los demagogos como "aduladores del pueblo", entonces cuidado, porque hoy en día está plagado de este tipo de sujetos.
Según el filósofo griego, la demagogia produce gobiernos despóticos en los que el demagogo consolida su poder mediante la eliminación de la oposición, que es presentada como enemiga del pueblo en discursos que promueven un sentimiento de temor u odio entre las masas. De este modo, puede conducir al surgimiento de gobiernos oligárquicos o tiranías. Tiene sí, ciertas características que nos permiten identificar ese tipo de discursos:
Un político en campaña promete medidas populares, pero de difícil aplicación, como una baja generalizada de impuestos o una amplia distribución de la riqueza, que le otorgan el apoyo de amplios sectores de la población y un buen desempeño electoral. A pesar de la complejidad del asunto, usa un discurso simplista que no ofrece precisiones sobre cómo llevará adelante tales medidas ni cómo sorteará las dificultades que estas implican, pues el único objetivo es acceder al poder.
Utiliza falsos dilemas. Un demagogo introduce falsos dilemas en sus discursos, para forzar a la ciudadanía a asumir posturas dualistas, basadas en la idea de que el gobierno representa el "bien" y la voluntad del pueblo, mientras que la oposición encarna el "mal" o los intereses de sectores privilegiados. Se usan palabras como "pueblo" o "patria" para convencer a la población de que el gobierno representa sus intereses y convierte en "enemigo" a todo aquel que se opone o que desarrolla un argumento crítico.
Ocupa muchos chivos expiatorios. El demagogo responsabiliza de todos los problemas de su gestión, o de ciertas dificultades preexistentes, a sus opositores políticos o a un grupo social, étnico o religioso determinado. Es decir, dirige el descontento hacia tales grupos, que funcionan como chivos expiatorios, mientras conserva o incrementa su propio poder. Esta práctica puede ser puramente discursiva o manifestarse en acciones de intimidación y violencia.
A veces, el término "demagogia" se usa como sinónimo de "populismo". Se trata de un concepto surgido en el siglo XIX que hace referencia a ciertos gobiernos que, para ganarse el apoyo de amplios sectores de la sociedad, dicen representar la voluntad del pueblo en contra de los intereses de las clases privilegiadas.
Resumiendo, la demagogia es una práctica política que consiste en conseguir el favor de las masas mediante reconocimientos, promesas y concesiones. Se basa en estimular las emociones básicas de la población mediante discursos simplistas que eluden todo razonamiento crítico. Un demagogo aspira a conquistar o conservar el poder mediante promesas irrealizables,
Lamentablemente, hoy en día en nuestra sociedad existe ausencia de verdaderos lideres que puedan dirigir procesos políticos, por lo mismo, estaremos expuestos constantemente en estos meses a una serie de discursos demagógicos, de uno u otro sector, de eventuales candidatas y candidatos, que estarán llenos de promesas, que, en la práctica, nunca cumplirán.