En los últimos años, hemos visto cómo organizaciones ambientalistas locales han recurrido a la desinformación como herramienta para cuestionar a la salmonicultura. Afirmaciones desactualizadas, datos tergiversados y acusaciones sin sustento técnico han sido parte de una estrategia recurrente que no solo desacredita a un sector productivo clave, sino que también ignora su aporte en empleo, innovación sustentable, encadenamiento productivo con pymes locales e inversión en no solo en Aysén sino en todo el sur austral de Chile.

Mientras la región arrastra durante años los peores índices económicos, preocupa este ánimo de crítica y ataque permanente.

Pero el problema no es la crítica. Como cualquier industria productiva, sabemos que hemos cometido errores y que siguen existiendo brechas, pero no hemos cesado en nuestro ánimo de diálogo y mejora permanente, implementando tecnologías y métodos que nos han permitido avanzar radicalmente en materias de sostenibilidad y transparencia en las últimas décadas.

Lo que sí nos preocupa -y profundamente- es la falta de rigor y la evidente intencionalidad con que se manipula la información para generar confrontación en la opinión pública. Esto es aún más grave cuando los hechos muestran lo contrario: la salmonicultura ha sido el sector más fiscalizado del país en 2024, con casi el 50% de las inspecciones ambientales concentradas en acuicultura y pesca. No solo eso, sino que alcanzó un 99,8% de cumplimiento normativo, datos disponibles públicamente en el Sistema Nacional de Información de Fiscalización Ambiental (SNIFA). Si el sector es objeto de una fiscalización sin precedentes y sigue demostrando altos niveles de cumplimiento, ¿sobre qué base se está cuestionando su compromiso ambiental?

Este fenómeno no es aislado. Detrás de muchas de estas campañas hay organizaciones cuyo financiamiento y motivaciones aún carecen de la transparencia necesaria. Es legítimo preguntarse hasta qué punto ciertos grupos responden a intereses anónimos que buscan debilitar sectores estratégicos para Chile y cómo esto contribuye a la polarización del debate público.

La salmonicultura no solo impulsa el desarrollo económico y social, sino que también juega un rol clave en la seguridad alimentaria global. Es por esto que necesitamos continuar construyendo un desarrollo sostenible, pero para esto necesitamos un debate basado en hechos, no en sensacionalismos sin fuentes. Necesitamos regulaciones modernas, claras y predecibles, porque cuando las reglas son inciertas, cuando las decisiones cambian sin explicaciones claras, se abre espacio para la especulación y la desinformación.

Lo hemos visto en casos como el de Cooke, donde la falta de criterios claros no solo afecta la estabilidad de una empresa, sino que genera estancamiento y dudas sobre el rumbo del país.

Chile necesita un debate serio, basado en hechos, datos reales y la responsabilidad de construir juntos. Porque cuando la conversación se llena de desinformación y divisiones artificiales, quienes más pierden no son las empresas, sino las personas y la sociedad en su conjunto. Chile no puede prosperar si permite que la incertidumbre y la confrontación reemplacen el diálogo y la evidencia.