Hace 40 años, el compositor Frank Zappa se enfrentó en el programa de televisión Crossfire de CNN con varios panelistas conservadores. Era 1986, plena Guerra Fría, y el tema versaba sobre si el comunismo era o no la peor amenaza para Estados Unidos.
"Haré una declaración sobre la Defensa Nacional: la mayor amenaza para Estados Unidos hoy no es el comunismo. Es llevar a Estados Unidos hacia una teocracia fascista. Y todo lo que ha sucedido durante la administración Reagan nos está llevando directamente por ese camino".
El destacado músico desarrolló su idea: "Esto ocurre cuando tienes un gobierno que favorece un código moral específico derivado de una religión en particular, y ese código moral se convierte en legislación para ajustarse a una perspectiva religiosa. Especialmente si ese código es extremadamente de derecha casi al nivel de Atila el Huno".
Llegado a este punto, el diálogo ahondó en que lógicamente toda legislación parte de una visión de sociedad. Y bajo ésta, determina códigos de conducta. Por ello las normas no son iguales en todos los países, aunque con algunas haya más acuerdo global: el respeto de los derechos humanos, por ejemplo.
Zappa profundizó. "Efectivamente, las legislaciones se basan en cierta moralidad. Pero en términos de comportamiento no en términos de teología".
Han pasado casi 40 años y sus palabras cobran más sentido mientras el mundo occidental evoluciona en tal dirección. Las criticadas normas de esos lejanos países teocráticos se están comenzando a instalar en casa. De un Estado que puede regular la conciencia pública, e incluso privada, de las personas. Donde un dios en el que legítimamente algunos creen, pero que con igual validez otros no, es utilizado como pretexto para controlar la vida cívica. No sólo de los feligreses sino de todos.
Trump ya nos ha regalado expresiones en este sentido. Con respecto a la Biblia, sobre la cual juró este lunes, ha dicho: "Todos los estadounidenses necesitan una en su casa, y yo tengo muchas. Es mi libro favorito". Uno que, incluso, comercializa en sus redes sociales.
Más aún, en parte del mundo cristiano estadounidense consideran al millonario su "salvador". Y líderes religiosos de 9 estados anunciaron que había sido enviado por Dios para ser presidente.
En esta cruzada (nunca mejor dicho en la época moderna) Trump no está solo.
El evangélico ultraderechista Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes, dijo sobre su forma de impulsar políticas públicas: "Vayan y tomen una Biblia desde su estantería y léanla. Esa es mi visión de mundo".
La verdad sea dicha, no hay problema alguno en que alguien, autoridades incluidas, reverencie al ser supremo que estime pertinente. Siempre que ello no atente contra las normas que nos hemos dado como sociedad, principalmente en términos de conducta.
La discusión se complejiza cuando se mezclan las creencias religiosas con los roles de un Estado que ha sido estricto en apartarlas de sus funciones, y que aboga por la libertad de conciencia. Como es el caso de Estados Unidos y Chile.
Este lunes el líder de una de las principales potencias del mundo asumió recargado. Y alucinando: "Dios me salvó la vida por una razón. Y ésa es salvar al país y hacer Estados Unidos grande nuevamente", manifestó en referencia al atentado que vivió en julio de 2024.
¿Salvar de qué?
De quienes piensan distinto, principalmente. De quienes no creen que el dinero debe ser la medida de todas las cosas. De quienes no creen que la naturaleza es sólo un recurso natural. De quienes no creen que la competencia es el valor por excelencia junto al individualismo, de la mano de una libertad entendida exclusivamente como el derecho a hacer lo que a uno se le antoje, contradiciendo el sentido de vivir en sociedad.
Tal es una interesante contradicción. Porque las directrices del dios celestial no necesariamente encajan con las del dios dinero. Y que uno sepa, los principios del nuevo evangelio cristiano cuestionan justamente esos valores asociados a la economía global. Mal que mal, cuando Jesús fue al templo no fue precisamente a premiar a los emprendedores por convertir el lugar en un centro comercial.
A la asunción de Trump asistieron, en primera fila, los que se conocen como los oligarcas de las tecnología de la información: Elon Musk con X; Mark Zuckerberg con Facebook, Instagram y Whatsapp; Jeff Bezos con Amazon; y Shou Chew con Tik Tok. Actores que no sólo han dicho públicamente que apoyan a Trump. Son el Gran Hermano en pro de su agenda.
Entender estos procesos es esencial para navegar en el mundo que comenzamos a vivir desde este lunes. Uno que, más que claro está, es el que se profundizará en nuestro país y región, considerando el otro factor que define la nueva era de Donald Trump y sus aliados: expansionismo ideológico (y de sus privados económicos intereses) a como dé lugar.
Porque ya lo confirmó el presidente: "Declarará la emergencia nacional en la frontera con México, que cambiará el nombre del Golfo de México por el "Golfo de América" y "recuperar" el Canal de Panamá, algo que ya había dicho en las semanas previas" reportó BBC al juramentar.