Es difícil de creer que ganara los comicios presidenciales de Estados Unidos el individuo más destemplado, farsante y grotesco que se presentó como candidato a la presidencia. Pero ganó. Trump usó las armas que son propias de este siglo, como la manipulación de la conciencia de grandes grupos de individuos a través de los medios de comunicación masiva que estuvieron a su disposición. Se valió de la mentira y manejó a su favor el miedo de la gente, que él mismo sembró. Convenció a los votantes que en su administración haría grande a Estaos Unidos nuevamente y que debían resguardarse de los migrantes que son el origen de los males por los que atraviesa Norteamérica. Para lograr lo primero, vale decir, la Era Dorada para Norteamérica, anunció varias medidas, como aumentar un 25% los aranceles a los productos que vienen, por ejemplo, de México, China o Colombia; anexar a Canadá como el Estado número 51 de Estados Unidos; comprar la Isla de Groenlandia; apropiarse del Canal de Panamá; retirarse del Acuerdo Climático de París (impulsando la producción de gas y petróleo en Estados Unidos); retirarse de la Organización Mundial de la Salud (anunció que el Gobierno federal sólo reconocerá dos géneros: masculino y femenino. También criticó los derechos de las personas transgénero). Todo suena loco y lo es. Pero son medidas que persiguen aumentar los recursos económicos del país y expandir el imperio en una carrera que pretende ganar frente a Rusia y China. Para lograr todo lo mencionado no descarta el uso de la fuerza (ya que por la razón es difícil que lo logre). De paso pretende cambiarle el nombre al Golfo de México por el de Golfo de América. Eso es un "extra" por el mismo precio.
Para lograr lo segundo, o sea, resguardarse de los migrantes, anunció la deportación de millones de "ilegales", principalmente mexicanos. Detendrá toda entrada irregular a Estados Unidos y restaurará la política "Quédate en México", programa que ya había implementado en su primer período. Curioso discurso si se considera que Estados Unidos se formó por migrantes provenientes de todos los continentes, aniquilando a los habitantes originarios y desplazando a los sobrevivientes a reducciones indígenas.
Cuenta con el apoyo de los que votaron por él, también de los evangélicos (numerosos en ese país) y sobre todo, de los medios de información que manipulan, usando para ello la desinformación. Uno de los primeros decretos presidenciales ordena no poner coto a lo que se difunde, aunque sea desinformación. También tiene apoyo de algunos países como Eslovaquia y Hungría (para muchos miembros de la derecha estadounidense el gobierno del húngaro Viktor Orbán, es un modelo a seguir para salvar a Estados Unidos). Pero, donde Trump encontrará a sus partidarios europeos más devotos es entre la extrema derecha, la mayoría de los cuales no están en el gobierno, sino en la oposición. Y Milei y Bukele son otros destemplados que lo admiran.
El escenario dibujado por Trump y que su gabinete deberá respaldar, es un serio retroceso a conquistas mundiales logradas con mucho esfuerzo, como las medidas para detener o retrasar los efectos del cambio climático, el reconocimiento a la diversidad sexual y comunidad transgénero, el derecho a las personas a buscar refugio y un lugar donde vivir, entre otras.
La indiferencia de los países sería el apoyo más importante para que Trump logre sus objetivos expansionistas. Los ejemplos dado por Petro, Presidente de Colombia, o de Sheinbaun, de México, son dignos de imitar. La solidez de sus argumentos y la sensatez de sus respuestas a las locuras de Trump son un camino sólido que debe ser recorrido por los presidentes de otros pueblos.
Porque el viaje a la insensatez puede no tener retorno es indispensable vencer el miedo (como lo ha hecho Petro) y hacerle frente al imperio. No siempre vence Goliat, también David tiene su oportunidad.