En cualquier democracia y gobierno de turno, hay una fórmula que no falla, con perseverancia, convicción y metas claras, es posible avanzar y aspirar a mejores condiciones de vida, a un mejor desarrollo humano, equitativo, solidario e integrador. Pero si esas variables están ausentes y las respuestas de las autoridades siguen siendo políticamente correctas, y su gestión se sigue evaluando desde el nivel central, difícilmente se logrará una mejor sintonía con la gente.
Porque más allá de cualquier duda, la colaboración público-privada es claramente una alianza fundamental para despegar, para reactivar y para asumir los nuevos desafíos con la fuerza y la convicción que un propósito como este requiere. Todos, incluidos los medios de comunicación, debemos sumarnos a un gran objetivo regional que permita desarrollar efectivamente este territorio austral y dejar de ser una zona olvidada, rezagada y complicada para los gobiernos.
Lo que requerimos es un Estado más presente que entienda que acá la rentabilidad no es tema, y que la infraestructura habilitante que tanto necesitamos para generar desarrollo, no puede seguir esperando décadas y décadas. Se necesitan más y mejores caminos, logística, conectividad digital de mejor estándar, pavimentar más carretera austral y calles de las principales ciudades de la región, y muchas otras necesidades que, si no están a nuestro alcance, simplemente seguirán condicionando el progreso de Aysén y sus habitantes.
Hemos sostenido reiteradamente que la búsqueda de consensos es una acción que nos convoca sin exclusión ni sesgos y comenzar a construir una mejor región, es un propósito urgente que no tiene domicilio ideológico, al contrario, es una meta colectiva transversal y que trasciende a los gobiernos. Pese a nuestros constantes emplazamientos para que las autoridades sectoriales expliquen por qué se caen las licitaciones, no hay reacción, y la gente sigue esperando una respuesta concreta que detalle las razones de esta lentitud en la gestión estatal.
Porque los desafíos son diversos y algunos muy ambiciosos, pero para cualquier sociedad democrática tener objetivos claros es un incentivo para sumarse al trabajo que demanda el poder conseguir esas metas. Y así lo debe entender también el gobierno y no ver fantasmas donde no los hay. Le ha faltado a esta administración capacidad de diálogo y espacios para planificar con los privados y las comunidades, los objetivos de un proceso de desarrollo inclusivo y colectivo.
Hoy el foco está puesto en la reactivación económica, pero también hay muchísimos otros temas que son prioritarios y que llevan años esperando reacción y resolución. Lo relevante como comunidad es que siempre debemos asumir colectivamente nuevos desafíos, con las ganas de avanzar en aquellas áreas donde aún se advierten dificultades y con la convicción de que vienen mejores días en todos los ámbitos.
Necesitamos una institucionalidad pública y una convicción del mundo privado que se pueda hacer cargo de las necesidades más urgentes, pero también de sostener los cambios que los ciudadanos/as demandan en todo ámbito.