El viernes en la noche sería una ocasión para vivir alguna maratón de películas junto a mi padre e hijo Ignacio que anunció visita con alojamiento para él, su inmenso perro y los varios kilos de pelo que deja en sillones y camas. Llegué con el pedido de Fernet-menta, bebida cola e insumos necesarios para el picoteo. Felicidad. Pero la vida dijo que no, abriéndose la bolsa del supermercado y permitiendo que la botella del "elissír" se estrellara contra el piso de la cocina en mil pedazos, junto a mis esperanzas (Nota personal: nadie como el Coco Basile para describir la esencia de un "Blue Label"). Pero el cronista guardaba sin saberlo otra botella, que databa de épocas antediluvinas, previamente a ese diagnóstico médico que puso senda lápida a mi vida social. Solo me quedó el problema, no menor, de limpiar.

Ya en el terreno, toca elegir la cartelera, y lo primero que nos aparece fue "Los tres mosqueteros" en una versión remozada, de aquella historia inspirada ?no estrictamente, claro- en un personaje real, recogida primeramente por Gatien de Courtilz de Sandras  y luego por Dumas,  quien le dio todo el brillo con que, los que tenemos algunas décadas, conocimos la novela y un par versiones cinematográficas previas.

Terminada la magnífica jornada, recordé ese género literario, algo mirado en menos en su época y que invariablemente dejó secuelas cinematográficas, que contribuyó al entretenimiento de generaciones completas, mostrando valores como el coraje, el desinterés en el propio bienestar, la defensa del más desvalido contra la tiranía del poderoso, del honor propio o el de alguien más, etc. Siempre adornado por sabrosas aventuras ecuestres y damiselas rendidas a los pies del héroe. Syrano de Bergerac, El Zorro, Scaramouche, El Capitán Alatriste, el Prisionero de Zenda, etc.son ejemplo de estos héroes. Y ciertamente que estas historias son herederas de la tradición caballeresca más rancia, que nos remonta a la mítca hístoria europea. En oriente, lo propio con el ideario Samurai y su Bushido, código de ética, que ensalzaba valores como la rectitud, cortesía, valor, honor, benevolencia, honestidad y lealtad.

En el área legal, tenemos a dos monstruos que en definitiva han connotado una especie de, sino misión, sí de deberes con la sociedad y nuestros defendidos. El uruguayo don Eduardo J. Couture, y sus "Mandamientos del abogado" cuyos consejos son aplicables para todos los aspectos de la vida, no solamente para nuestra críptica y a veces impopular profesión, no pocas veces con razón.

El otro es el español don Ángel Ossorio y Gallardo, el que en su obra "El Alma de la Toga" exhibe también un decálogo al estilo Couture, poniendo énfasis por sobre todo en la búsqueda de la justicia, la lealtad, la humildad, la reserva, etc.

Ambos sin duda que han leído a Cicerón, el magnífico jurista y político romano del que tanto hemos hablado anteriormente.

Recuerdo una noche, hace más de dos décadas a uno de los fundadores del Derecho Ambiental, don Fernando Dougnac (QEPD) católico militante además, que le decía en Coyhaique ?entre copas, a un imberbe ayudante, en pleno proceso Alumysa- que los "abogados ambientales eran los nuevos caballeros andantes". Hoy sé que esa frase, con connotaciones épicas, sentimentales,  y,  acaso inexactas, expresaban un sentimiento que es posible compartir y que tiene que ver con una idea de justicia, y más que de justicia, de una convicción a defender con todas las fuerzas. De una persuasión ética, más allá de la necesidad práctica de la concreción de tal o cual emprendimiento.

En fin, en tiempos en que olvidamos nuestros deberes como personas y como profesionales. En época de ansia de poder, de avaricia, de grabaciones que comprometen hasta las fibras más íntimas del poder nacional, de una ciudadanía que reclama justicia y atención de quienes están a cargo de la cosa pública,  es bueno volver sobre estas historias que llenan de entusiasmo, porque muestran un camino a seguir, alejado de todo contenido religioso, pero sí henchido de un profundo y cada día más escaso humanismo. Será bueno de vez en cuando gritar "todos para uno y uno para todos" 

Patricio Ramos R. 
Ciudadano, ecolegis@gmail.com