''Pero el gran problema de la izquierda acecha como un fantasma histórico. Dos semanas después de las elecciones, la autocrítica no figura por ninguna parte. Por el contrario, la soberbia se impuso de tal modo que tuvimos que ver a la ex Convergencia Paula Acuña atrapada en la trampa radical de querer ser independiente, pero no tanto. Vociferó por redes que había ganado y, tal como le ocurrió a Jorge Schaulsohn hace ya más de una década, pasó la vergüenza electoral de su vida, y de paso desperdició el capital político que con su juventud era bastante significativo. Autocrítica y trabajo. Eso falta ahora".
Cuando leí esa columna, me di cuenta de la urgencia con la que el periodista buscaba sepultar mi vida política, como si a mis 26 años ya hubiera fallado de forma irrevocable. En su afán de adelantarse a los hechos, interpretó una situación que aún está en proceso y escribió con ligereza, sin entender el contexto ni esperar los resultados finales. En realidad, estamos en pleno proceso de reclamación, todavía sin conocer siquiera la sentencia de calificación o proclamación. Su crítica de "soberbia" e "independencia" pasó por alto el hecho de que, desde el comienzo, fui clara en que buscaba construir una política transparente y responsable, no un espectáculo de victoria o derrota. No es solo cuestión de "autocrítica y trabajo", como él escribió, sino de comprensión del proceso democrático y respeto a las instancias que deciden.
La columna parecía más ansiosa por etiquetarme y decretar el fin de mi carrera que por cuestionar la veracidad de su propio análisis. Al anticipar mi derrota y hablar de un supuesto "capital político desperdiciado", demostró una visión superficial del trabajo político real. No es una "trampa" querer ser independiente y auténtica; es un esfuerzo constante por mantener integridad y coherencia, especialmente en un espacio político donde el proceso electoral está tan desgastado. En mi experiencia como consejera regional, aprendí que la autocrítica en política no puede ser solo un ejercicio discursivo; debe ir acompañada de acciones concretas que nos acerquen a la ciudadanía y que fortalezcan nuestras convicciones. No se trata de lanzar discursos desde la comodidad de la distancia o de las redes sociales, sino de tener la valentía de poner en práctica la transparencia, de cuestionarnos y mejorar.
Recuerdo mi cuenta pública en la junta de vecinos de la población Gabriela Mistral. No tenía un equipo técnico ni asesores, pero sabía que debía rendir cuentas directamente a la ciudadanía, mostrando los números reales, mis viáticos y el gasto en cada viaje, sin adornos ni excusas. También denuncié lo que llamé el "viaticaso": el uso indebido de viáticos por parte de otros consejeros, algo que muchos prefieren pasar por alto. Eso, para mí, era la verdadera autocrítica en acción, exponer la realidad, aunque fuese incómoda y exigir responsabilidad en la administración pública, porque sé que las personas perciben la lejanía y falta de claridad del gobierno regional. El "capital político", que algunos ven como un recurso para posicionarse, yo lo entendí como una responsabilidad hacia quienes confiaron en mí. Mi trabajo no era únicamente para asegurar un futuro electoral, sino para construir confianza. Si algo falta en la política hoy, es precisamente ese compromiso constante y una actitud de servicio, no de soberbia. La columna se enfocó en algo que, a mi juicio, demuestra una comprensión superficial de lo que realmente significa trabajar en política.
Hablar de "capital político" como si se tratara de una inversión que se pierde o gana con una elección puntual es desconocer mi trayectoria y los valores con los que he trabajado. Desde mi rol como consejera regional, mi objetivo ha sido la responsabilidad y el compromiso con la comunidad, no la acumulación de una "carrera política" que se mida sólo por éxitos o derrotas electorales. Lo que parece importarle al autor es mi resultado inmediato en una elección, como si eso fuera el único criterio para medir la relevancia de mi trabajo. Esa perspectiva minimiza y distorsiona el esfuerzo que implica una verdadera vocación pública: rendir cuentas, denunciar prácticas indebidas, buscar el bien común, incluso cuando no es lo más "popular" o políticamente conveniente. ¿Acaso denunciar el uso indebido de viáticos no fue una muestra de responsabilidad y ética? ¿O rendir cuentas ante la comunidad no es reflejo de compromiso? Este trabajo no se trata de acumular un "capital político" para una sola elección; se trata de construir confianza con la ciudadanía a lo largo de los años. Además, su análisis no solo es precipitado, sino sesgado. Mientras el proceso de reclamación aún está en curso, el periodista decidió ignorar la importancia de esperar la decisión oficial, proyectando un juicio definitivo y negativo sobre mi carrera. Al centrarse en una crítica simplista y anticipada, su columna pierde valor como análisis político y se convierte en una pieza de opinión ansiosa, más preocupada por invalidar mi rol y "sepultar" mi futuro en lugar de contribuir a un debate informado.
Aquí no se desperdicia "capital político", porque mi trabajo día a día en el consejo fue mucho más que un simple recurso electoral. Cada esfuerzo y cada decisión representaron una inversión real en el bienestar de nuestra región. Desde mi juventud, puse todo mi conocimiento, energía y compromiso en contribuir a hacer de Aysén un lugar mejor. Mi labor fue aportar con integridad y responsabilidad, no con la intención de acumular victorias políticas, sino de dejar una huella positiva en las personas que represento. El verdadero capital en política no se agota en una elección; se construye en cada aporte concreto y en la confianza con la ciudadanía. Aquí no se desperdicia nada: al contrario, se fortalece el compromiso y se suma al esfuerzo por construir una región mejor y más transparente. Mis acciones en el consejo no fueron en vano, sino parte de un compromiso profundo con la transparencia, la justicia y el desarrollo de la región. Al asumir esta responsabilidad, entendí que cada tarea, desde rendir cuentas hasta denunciar irregularidades, era una forma de construir algo significativo y tangible para la comunidad. Por eso, reducir todo este esfuerzo a un "desperdicio" de capital político es no entender que el verdadero valor en política se construye con cada pequeño aporte, desde la ética, el conocimiento y el trabajo en terreno. Siempre he pensado que la noción de "capital político" es un concepto que, en muchos sentidos, genera apatía en la ciudadanía. Al escucharlo, la ciudadanía se siente usada, reducida a un recurso más en el juego de cada elección.
La percepción de que los candidatos sólo compiten para acumular "capital" y mantenerse vigentes hace que las motivaciones profundas y el compromiso de muchos se vean cuestionados. Esto convierte la política en una carrera donde los cargos son solo peldaños de una escalera, sin que haya una misión clara detrás de cada postulación. Cada cargo tiene sus propias facultades y atribuciones, y cada uno de ellos responde a necesidades y realidades distintas. Por eso, ser un buen candidato para consejero regional no garantiza que esa misma persona sea ideal para la alcaldía, el senado u otro puesto de elección popular. La razón es sencilla: estos cargos requieren distintos tipos de liderazgo, habilidades específicas y, en muchos casos, conocimientos técnicos muy diferentes. Lo que debería importar en un candidato es su comprensión del rol al que aspira y su capacidad para contribuir desde ese espacio de manera efectiva, no su afán por acumular "capital político" o saltar de un cargo a otro para mantenerse en el poder. Yo no quiero acumular "capital político"; lo que quiero es acumular experiencias y, sobre todo, historias.
Entiendo que la crítica, aunque dura y a veces incompleta, también es parte de un diálogo necesario para construir una política más sólida y consciente. Mi compromiso sigue siendo con la región y con quienes confiaron en mi trabajo, siempre dispuesta a mejorar y a escuchar las voces que aportan perspectivas distintas. Más allá de las diferencias de visión, creo que la esencia de la política debe ser el servicio y la integridad, y en ese camino continuaré, buscando fortalecer la confianza y la transparencia en la gestión pública. Al final, lo que importa no es acumular victorias individuales, sino construir un proyecto colectivo que responda a las necesidades reales de las personas.