Como era de esperarse, muchas reacciones se han generado en torno al nuevo informe del Banco Central sobre el negativo PIB Regional correspondiente al trimestre abril-junio.

Si bien el -3,6% es adverso y deja en evidencia un claro estancamiento productivo de nuestro territorio, el indicador nos vuelve a recordar las dificultades económicas que enfrenta la región de Aysén, lo que se manifiesta transversalmente en un estado de rezago que parece muy complejo revertir, si no se adoptan medidas más innovadoras y eficaces para enfrentar esta realidad.

Ese reporte refleja la realidad región del primer semestre de este año (-9,7 y -3,6%), y seguramente el informe de julio-septiembre podría seguir evidenciando las señales de este mal momento. Ojalá nos equivoquemos, pero volvemos a lo mismo; la fuerte dependencia de la economía regional de la inversión pública generar estas realidades, y hoy la inversión pública definitivamente no se caracteriza por su fluidez y constancia. Entonces surge la inquietud ciudadana para saber qué está pasando y cómo se pretende revertir esta situación.

Y esas respuestas las debe dar el Gobierno, y aun cuando las explicaciones no sirvan mucho para cambiar esta realidad, al menos permite a la comunidad entender mejor este mal momento económico. La inversión pública no se aprecia, ejecución de obras emblemáticas tampoco, entonces la comunidad se pregunta, qué debe pasar para que el Gobierno agilice o mejore la gestión, más aún en un territorio como Aysén, donde se depende fuertemente de la inversión estatal. 

Y es absolutamente legítimo que la gente quiera ver acciones concretas y no escuchar justificaciones de las autoridades señalando que no se han podido destrabar muchos procesos licitatorios que caminan a un ritmo cansino, porque esas explicaciones solo dan cuenta de una institucionalidad sumamente burocrática y que al final del día, no se hace cargo de la urgencia y de la oportunidad que demandan la ciudadanía para poder desarrollar esta zona extrema del país.

Y no se trata de saltarse pasos ni menos de transgredir las normativas, sino que simplemente de buscar mecanismos legales que agilicen la burocracia estatal. 

Al Gobierno le queda poco tiempo de gestión, un periodo corto, en el que difícilmente se logrará avanzar a otro ritmo. Pese a ello, lo importante es que aún queda, esperamos, el orgullo y la convicción desde el oficialismo, de querer avanzar un poco más y dejar que la ciudadanía aprecie y valore el sello diferenciador del que tanto se habló al comienzo de este mandato.