El sol, que tanta vida y energía nos da, también es un factor dañino.
¿Por qué? Porque la exposición solar está directamente relacionada con el cáncer de piel, el envejecimiento prematuro y otras tantas afecciones cutáneas.
También porque a pesar de la evidencia científica, muchas personas subestiman los riesgos de la exposición solar sin ninguna protección.
El cáncer de piel es frecuente y su incidencia está en aumento, sobre todo considerando que es una de las patologías oncológicas más prevenibles. Los más comunes son el carcinoma basocelular, el carcinoma espinocelular y el melanoma, siendo este último el de comportamiento más agresivo, con un alto potencial de metástasis si no se detecta a tiempo, y cuyas principales causas de desarrollo están relacionadas con la exposición acumulativa a la radiación ultravioleta (UV), natural o artificial, por los solárium o camas de bronceado.
El problema es que muchas personas no se dan cuenta de la gravedad de la situación, ya que se asume, erróneamente, que el cáncer de piel es menos peligroso que otros, pero la realidad es que puede ser mortal si no se diagnostica y trata a tiempo.
Por eso la importancia de la prevención y su adecuado cuidado, porque el daño es acumulativo, ya que las quemaduras solares en la infancia y la adolescencia aumentan exponencialmente el riesgo de desarrollar cáncer de piel en la adultez.
El fotoenvejecimiento es otra de las consecuencias directas de la exposición solar sin protección que, a diferencia del envejecimiento natural, que está determinado por factores genéticos, es acelerado por la radiación UV y con señales más evidentes como la aparición de arrugas, manchas, pérdida de elasticidad, luminosidad y textura áspera.
Las personas que pasan mucho tiempo al sol sin protección suelen desarrollar estos signos de envejecimiento de manera precoz. A modo de ejemplo, vemos en quienes trabajan al aire libre (agricultores, pescadores o deportistas), que a menudo presentan signos de daño solar a edades tempranas.
Entonces, el cómo protegernos del daño solar y cuidarnos la piel debe ser parte de nuestra rutina, no solo en verano ni únicamente cuando vamos a la playa. La mejor estrategia para prevenir el cáncer de piel y el envejecimiento prematuro es adoptar hábitos de fotoprotección (uso de bloqueador solar) durante todo el año.
No se trata de demonizar al sol, sino de aprender a convivir con él de manera segura. La piel es un reflejo de nuestra salud y merece ser protegida con el mismo cuidado que dedicamos a otros órganos.
Es importante tomar algunas recomendaciones tales como evitar la exposición entre las 10:00 y las 17:00 hrs., horas de mayor radiación, en las que se debe limitar la exposición y buscar la sombra. Usar sombreros de ala ancha, gafas con filtro UV, ropa manga larga, de colores oscuros y de trama sin agujeros, que ayudan a reducir la exposición directa al sol.
Otra buena práctica es el uso de protector solar idealmente de 50+ FPS, o de al menos 30, de amplio espectro (para UVA y UVB), incluso en días nublados. Debe reaplicarse cada 2 o 3 horas, y después de nadar o sudar.
Por último, y también muy importante para la detección temprana de cambios en la piel son los autochequeos y los realizados periódicamente por un dermatólogo son fundamentales para detectar cambios sospechosos en lunares o detectar nuevas lesiones.
El camino hacia una piel sana es concientizar, es tomar medidas que hoy pueden marcar la diferencia en nuestra calidad de vida del futuro.
El sol puede ser nuestro aliado, pero siempre con responsabilidad.