17:50 hrs. Ibáñez. Había que correr, lo contrario me tendría peligrosamente en el agua a obscuras; mi papá, que me acompañaba a esa hora en la oficina, con una gran sonrisa, solo pedía su termo y la yerba. El hombre, a sus años, aún ama una buena aventura.
Últimos días de temporada de pesca 2025 en mi delicioso pueblo. A esa hora, las nubes se ruborizaban con mi infantil apresuramiento, con arreboles de naranja a rojo: nuestra propia aurora meridional.
En la playa, yo era todo nervios. Usaríamos una caña número 6, muy gentil en el lanzado de cualquier cosa que le pongan; de una marca que, por el precio que pagué, no me compro ni un ¼ de otras varas de más prestigio, y esta ?precisamente- ya había demostrado su valía en las playas de nuestro litoral norte con algunos de los robalos más grandes que he pescado. La mosca, sería una variante de un streamer "cone head", cuyo nombre ignoro.
En el agua helada y hasta la cintura, lanzo con plena conciencia que tendré solo una hora. Me preocupo de que el lanzamiento sea lo más pulcro posible y en la zona donde circulan las truchas, que ya están subiendo por aquel arroyo.
Primer tiro, sin resultados; habrá que lanzar, dejar hundir y procurar que la corriente del arroyo, que influencia el lago después de decenas de metros inclusive, se lleve el engaño como si fuera algún pez que se deja vencer por la muerte y la fuerza del agua hacia el obscuro centro del lago.
Y así, en ese segundo lanzamiento, el que fue largo y fluido, de esos que despiertan placer solo de practicar aquel ejercicio, es que descendida que fue la mosca y arrastrada según lo planificado, siento un tirón en mi línea de una violencia inusitada, que me puso en estado de emergencia, como si nos bombardearan. Miré a mi papá, el que se percató del asunto, al ver mi caña doblada exageradamente.
Y sí, se sabe que en ese trance el pescador debe levantar la punta de la caña sino quiere que la falta de tensión haga que se suelte el anzuelo y la trucha se vaya; sobre todo, pensando que al anzuelo lo libero de su gancho, de tal manera que haya una chance para el animal.
Pasó un minuto, dos, tres y la bestia no se mostraba. Su tensión era tan fuerte y permanente que casi no podía levantar la punta de la caña sin ceder línea. Hasta que saltó, y ahí entendí lo que realmente estaba pasando: era una trucha arcoíris con una franja rojísima que la atravesaba de cabeza a cola, de 10 kilos o más; y lo sé porque he pescado truchas de 7 u 8 kilos en los días de gloria del Lago Cochrane, en el 96 junto a mi hermano Cacho con viejas cañas South Bend.
Luego, permaneció un tiempo indefinido en la profundidad, planificando la próxima jugada; cuando de pronto, salta violentamente, de manera horizontal y con la cola se impulsa como si fuera una lancha: de esa manera me sacó más de diez metros de línea hasta que se volvió a hundir. Luego empezaría a ceder poco a poco, recién ahí pude subir completamente la punta de la caña - "ya la tengo asegurada"- me dije. Y la traía hacia mí, avanzando lentamente uno, dos, tres metros. No era posible de ver claramente, pues cuando me di cuenta ya estaba oscureciendo.
La tuve en mis manos 15 segundos, era realmente enorme y aún con poca luz se veía nítido que era un macho. Como reacción a mi impacto dio un coletazo y soltándose del anzuelo se volvió lentamente a la profundidad, como si yo hubiera sido un mero retraso en su tarde y ya era hora de guarecerse en aquella barra.
Sin embargo, el sentimiento que me dejó el gran pez, fue más que el de frustración, fue de alegría y alivio que solo me expliqué luego.
Después, con una pinta de cerveza, con un cigarro y con mi padre en frente, le manifesté a mi yo y a mi ego ?también presentes-, que fue mejor así, que todo esto significa que ese lago aún cuenta con misteriosos monstruos, y que pudieran estar el próximo año, que incluso pudiere haber otro más grande. Les expliqué que el haber visto y tocado a ese maravilloso pez de acero, que este estuviera iluminado por los últimos destellos de luz rosa que nos ofrecía ese día y el silencio de este pueblo, eran el premio que en definitiva andaba buscando.
Solo así, se puede perder y ganar al mismo tiempo.