En Aysén, la región de los contrastes, la necesidad de incentivar la inversión privada es cada vez más evidente. Con grandes potenciales en sectores como el turismo, la producción de alimentos y la energía renovable, podríamos convertirnos en un ejemplo de desarrollo sostenible e innovador. Sin embargo, para que esto sea posible, se requiere un compromiso concreto de las autoridades políticas, el cual hoy parece, en el mejor de los casos, confuso.
Cuando vemos el esfuerzo comunicacional que nuestras autoridades políticas hacen para mostrar gestiones en materias que suenan lejanas, como la generación de hidrógeno verde o la implementación de data centers, me es imposible no pensar en los términos que a continuación expongo.
En términos generales, cualquier inversor busca certezas. Estabilidad jurídica, seguridad en las reglas del juego y un entorno favorable que le permita proyectarse en el largo plazo son factores fundamentales para atraer inversión. Desafortunadamente, en Chile y especialmente en Aysén, estas certezas escasean. La burocracia excesiva, las constantes modificaciones regulatorias y la falta de infraestructura adecuada son solo algunos de los obstáculos que desincentivan a quienes podrían apostar por nuestra región.
Lo irónico de la situación es evidente. Vemos a nuestras autoridades promoviendo ambiciosos proyectos de futuro, mientras fallan en gestionar lo básico. Por ejemplo, la falta de mantenimiento de los caminos, con hoyos que podrían ser considerados parte del paisaje local, es un símbolo elocuente de esta contradicción. Es difícil para los ciudadanos e inversionistas tomar en serio promesas de modernidad cuando las necesidades esenciales siguen sin resolverse y a ojos vistas parecen multiplicarse.
Es necesario recalcar que no se trata de oponerse al progreso ni a los proyectos innovadores. Al contrario, estas iniciativas tienen el potencial de transformar a Aysén en un polo de desarrollo económico y tecnológico. Pero para que estos sueños sean viables, las autoridades deben dar señales claras y contundentes. Necesitamos gestiones eficientes que atiendan las necesidades cotidianas de la región, garantizando por ejemplo caminos transitables, infraestructura básica adecuada y una planificación territorial coherente.
Con lo anterior resuelto, el sector privado está listo para actuar y aportar su creatividad, su capital y su empuje. Pero sin un entorno propicio creado desde la esfera pública, este esfuerzo se diluirá. Con autoridades que asuman su responsabilidad y entiendan que la confianza se construye con hechos, no con discursos, inversionistas fijarán su mirada en Aysén, tal vez sin necesidad de más estudios encargados con fondos estatales.
Aysén puede y debe ser un lugar atractivo para la inversión. Pero para llegar a ese punto, es indispensable que nuestras autoridades políticas dejen de lado las contradicciones y se enfoquen en lo esencial: generar las condiciones necesarias para que el sector privado haga lo que mejor sabe hacer, crear y desarrollar.