Es efectivo. El foco principal de ciertas organizaciones y habitantes del planeta Chile y Aysén es el medio ambiente. La protección de la naturaleza, los ecosistemas, la biodiversidad o como quiera llamarse a aquella plataforma que permite nuestra existencia y la de las otras especies. Y, a través suyo también, de la vida (en calidad) de las personas. De la tuya, la mía. De la de todos. En el fondo, el interés colectivo.
Ahí están los movimientos internacionales que buscan disminuir la emisión de gases de efecto invernadero, por el impacto que tiene en la crisis climática. Expertos del mundo ya han confirmado que en las próximas décadas la temperatura global superará los 1,5°C desde el inicio de la Revolución Industrial. Además del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, la propia NASA reconoce que esto genera "la pérdida de hielo marino, el derretimiento de los glaciares y las capas de hielo, el aumento del nivel del mar y olas de calor más intensas".
En Chile la cosa no se ve mejor. Estudios han constatado que desde 2010 en adelante vivimos una mega sequía, con un déficit de precipitación del 30 %. Donde el 72 % de la superficie vive este problema en algún grado, con 156 de las 345 comunas en riesgo de desertificación. Y eso, producto del cambio climático de origen antrópico sumado a las intervenciones también humanas en los ecosistemas.
Y en Aysén, tampoco podemos estar contentos. En el reciente Congreso Futuro 2050, el Instituto de Ecología y Biodiversidad comunicó los datos de una investigación que confirma que "los ecosistemas de macroalgas en tres áreas protegidas del extremo sur de Chile presentan riesgos derivados de la cría industrial de salmón y el cambio climático". Un tema relevante, considerando que estos verdaderos bosques de algas son "auténticos sumideros de carbono que ayudan a la mitigación y adaptación de los efectos del cambio climático, lo que es particularmente relevante en esta región con aguas frías y bien oxigenadas que favorecen el crecimiento de estas algas".
Por ello el auge de movimientos que niegan no sólo la crisis climática sino la importancia de la naturaleza, en pro de una visión que ve el suelo, aire, mar y agua sólo como una despensa, o un vertedero, es preocupante. Ya lo dijo Trump: "Drill, baby, drill" ("perfora, baby, perfora"), plasmando en dicha frase su intención es extraer hasta la última gota de petróleo y gas desde ecosistemas únicos y fundamentales presente en Alaska y el Ártico.
Horas después retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París. La orden ejecutiva tenía un encabezado muy claro: "Poniendo a Estados Unidos primero en los acuerdos ambientales internacionales".
Esta frase, en el fondo, resume la mirada que Trump en el norte, Milei al lado, y Kast y Kayser por acá dentro, impulsan. Un individualismo ramplón y material. Porque si algo hay colectivo es precisamente la protección de los bienes que nos son comunes a todos, esenciales para sobrevivir. Y entre ellos, la naturaleza. Los ecosistemas. Los locales, los territoriales, los globales.
Pero si esto no alcanza a convencer a alguien sobre la relevancia de tomar otro camino, el de la acción conjunta, el bien común, la solidaridad, lo puede hacer el sentido común. Si en este caso Trump dice que pone en primer lugar a su país por sobre los intereses generales, ¿quién no dice que mañana pondrá a su círculo cercano, familia o incluso a él mismo? Es el sino de esta visión que ha ido ganando terreno, no sólo en Estados Unidos, Argentina y otros países que han caído en el avance de este tipo de tendencias. Mi propio y único interés.
Una que siempre ha existido, es parte de la historia de la humanidad, pero que hoy cobra mayor fuerza, amplificada por los globales medios de comunicación que se han postrado ante sus pies. Y que están comenzando a acallar las voces disidentes.
Es la era de la desconfianza. La competencia. Porque si no hay relato colectivo, rige el individual. El particular. Y en ese escenario, quien no tiene poder alguno tiene todas las de perder.
La pregunta de fondo, entonces, es: ¿Quién te asegura que mañana ése no serás tú?