Que una hija parta intempestivamente a los 20 años, sin duda, ha de ser de las peores tragedias vitales. Lo he visto en el rostro de mi madre durante casi 40 años. Y en muchas otras personas que tuve que entrevistar en mitad de inmensas desgracias.

Por lo mismo, el duelo es quizás el espacio más íntimo y sagrado para las y los deudos. Fustigar a quien ha perdido una hija, recordándole sus propias faltas, delitos o lo que haya hecho, es de una maldad total y profundamente desgraciada.

Lo hizo la ultraderecha…de nuevo, a partir de la hora de almuerzo del pasado domingo, cuando supimos de la triste y sorpresiva muerte de Isidora Quintana a los 20 años, hija del senador y presidente del PPD, Jaime Quintana.

Junto con las condolencias, obviamente transversales, surgió un grupito de ultrones sin alma que, venenosos y malditos, le refregaron al parlamentario, con el cadáver de su hija todavía tibio, que esto era "el karma" y que "todo se paga", haciendo alusión al atropello que protagonizó Quintana en 2015 y que le costó la vida a un carabinero, hecho del que fue sobreseído por falta de pruebas. 

A pesar de que se le practicó una alcoholemia que arrojo 0,0% de alcohol en sangre, no pocos desinformadores aseguran años después lo contrario; hablan del senador borracho y mienten desde sus ratoneras. Son la lacra de las redes. 

No es tan difícil identificarlos: tienen una banderita en el perfil, algunos son anónimos, muchos tienen cero seguidores (aunque varios tienen miles), se autodenominan patriotas, creen que todas las personas que están más allá del centro político hacia la izquierda son comunistas, se juran creativos copiando apodos como "merluzo" al presidente Boric, cuestión con tan poco sentido y gracia, que ni ellos saben por qué insisten en llamarlo así. 

Si pueden descalificar aludiendo al físico de la persona o incluso a alguna enfermedad mental, no lo dudan. 

Ese carnaval de maldad premeditada, perversa y mentirosa, fue lo que vivió el senador Quintana. Mientras miles de personas se condolían y le enviaban mensajes de congoja y compañía en el peor Día del Padre de toda su vida, otras y otros descargaban su artillería funesta y odiosa, burlándose de un dolor que debe ser, y es, inexplicable e interminable.