Estamos cerrando el primer cuarto del siglo XXI y entrando en una nueva etapa marcada por una aceleración tecnológica sin precedentes. La disrupción tecnológica que experimentamos hoy permite desarrollar soluciones que hace apenas unos años eran inimaginables. Esta transformación abre un escenario de posibilidades en el que muchos de los problemas que enfrentamos actualmente podrían dejar de ser relevantes en el futuro. Tecnologías como la inteligencia artificial, la biotecnología, las energías renovables y la computación cuántica nos permiten imaginar un futuro donde problemas actuales sean resueltos a través de la innovación. Asimismo, modelos como la bioeconomía ofrecen enfoques sostenibles para generar productos con valor agregado a partir de los recursos naturales.
Desde Latinoamérica, y particularmente desde Chile, observamos este fenómeno con una perspectiva que ofrece tanto desafíos como oportunidades. Aunque nuestros ecosistemas de innovación y transferencia tecnológica pueden ser considerados inmaduros en comparación con otras regiones más desarrolladas, esta característica nos otorga una ventaja significativa: la capacidad de ser más ágiles, flexibles y abiertos a nuevas formas de hacer las cosas. Esta apertura a la innovación nos posiciona como un actor relevante para aportar soluciones disruptivas que respondan a los grandes retos globales.
La ciencia y la tecnología son pilares fundamentales para lograr este propósito. El avance del conocimiento científico, junto con su traducción en soluciones que incorporan tecnologías aplicadas, es clave para enfrentar los desafíos del desarrollo productivo sostenible. En este contexto, los gestores tecnológicos y las instituciones que articulan la transferencia de conocimiento juegan un rol crucial. Estas entidades funcionan como puentes entre la investigación científica y el mercado, acelerando la innovación y asegurando que las soluciones lleguen a quienes más las necesitan. Impulsar el desarrollo y la implementación de estas soluciones es vital para transformar nuestra forma de producir y vivir.
El sueño que compartimos muchos en esta región es el de implementar un sistema de innovación que impulse soluciones necesarias para lograr un desarrollo productivo sostenible. La humanidad enfrenta desafíos urgentes, como la crisis climática, la necesidad de diversificar las fuentes energéticas y garantizar la seguridad alimentaria. Desde Latinoamérica, creemos que podemos ser parte de la solución, no sólo como proveedores de materias primas, sino como protagonistas en la creación de nuevos modelos de desarrollo productivo que cambien la forma en que producimos y vivimos.
Nuestra región es rica en recursos naturales y talento humano. Es imperativo que orientemos nuestros esfuerzos hacia la agregación de valor en torno a esos recursos. En lugar de limitarse a la exportación de materias primas, los países latinoamericanos deben trabajar en la creación de soluciones tecnológicas que maximicen el valor de sus recursos naturales, al tiempo que se alinean con los objetivos de sostenibilidad global. Desde tecnologías para la gestión del agua, pasando por energías renovables y hasta desarrollos en biotecnología, Latinoamérica tiene el potencial para liderar un cambio hacia un futuro más sostenible.
Sin embargo, somos conscientes de que los desafíos son enormes. La fragmentación de los ecosistemas de innovación en la región, la falta de financiamiento para proyectos de alto riesgo y la brecha tecnológica en comparación con otras regiones más avanzadas son obstáculos que debemos enfrentar. Para superar estos desafíos, la colaboración internacional es clave. Los ecosistemas de innovación de todo el mundo deben unirse para apoyarse mutuamente y encontrar oportunidades que permitan multiplicar el valor de sus soluciones.
Desde este rincón del mundo, vemos la colaboración internacional no sólo como una oportunidad, sino como una necesidad. La creación de puentes entre los ecosistemas de innovación de Latinoamérica y aquellos de regiones más maduras nos permitirá abrir mercados para nuestras soluciones y modelos de desarrollo productivo sostenible. Estas soluciones, inicialmente implementadas en nuestra región, pueden luego ser escaladas a nivel global, beneficiando a comunidades de todo el mundo.
En este nuevo escenario, Latinoamérica no debe ser vista como un simple receptor de tecnologías extranjeras. Al contrario, debemos posicionarnos como creadores de soluciones propias, capaces de generar impacto global. Nuestra diversidad cultural, nuestras riquezas naturales y nuestra capacidad de resiliencia ante las adversidades son activos que debemos poner en valor en este camino hacia un desarrollo más justo y sostenible.
El llamado es claro: estamos en un momento histórico para reimaginar y reinventar el cómo vivimos, producimos y colaboramos. En este contexto, Latinoamérica tiene un rol que jugar como un socio estratégico para el resto del mundo. Si logramos unir esfuerzos, fomentar la colaboración y apostar por modelos de innovación abiertos, podremos construir un futuro donde las soluciones que hoy parecen lejanas se conviertan en realidad. Este es el aporte que queremos hacer, uno que nace de nuestra realidad, pero que tiene el potencial de transformar comunidades a nivel global. Desde Chile y Latinoamérica, estamos listos para asumir el desafío y contribuir al desarrollo de un mundo más sostenible y equitativo. El futuro que imaginamos depende de la capacidad que tengamos para trabajar juntos, innovar y transformar los desafíos en oportunidades para todos.