El reporte del Banco Central sobre el PIB Regional correspondiente al último trimestre de 2024 es bastante robusto, 9,6%, una señal positiva para un año complejo.

Pese al buen resultado, el indicador anual fue de menos 0,2%, lo que nos mantiene en una situación de rezago o derechamente de subdesarrollo evidente si nos comparamos con el resto del país.

Esto, en términos simples, en un indicador más de nuestras dificultades, y nos deja con el gran desafío de poder salir de esta incómoda y adversa situación, apelando por cierto a una mejor gestión de las autoridades y a un esfuerzo colectivo desde la ciudadanía, por sumarse a las tareas que debemos asumir como región para revertir esta realidad.

Este informe nos da la razón en aquellos planteamientos que permanentemente hacemos a través de este mismo espacio; en la región de Aysén, se requiere con urgencia, que se genere un clima de mayor confianza y de diálogo, requisito fundamental si queremos avanzar en serio y lograr mejores estándares de desarrollo en este territorio austral que, como suele ocurrir, enfrenta las dificultades con más entusiasmo que propuestas, con mucha opinología y pocas acciones concretas. Se requiere más inversión privada y ciertamente que también más recursos estatales para poder atender aquellas demandas que provocan esta condición de rezago territorial.

Es urgente empezar a generar consensos y mostrarle a la comunidad una propuesta de desarrollo donde queden claros los plazos y las acciones que ese desafío conlleva. Desde el Gobierno, los gremios empresariales, los partidos políticos y las más diversas organizaciones sociales, escuchamos llamados a la unidad, un factor que en Aysén no se advierte y sigue instalada una fuerte apatía y un peligroso individualismo, que se han convertido en una característica de nuestra idiosincrasia, relegando casi al olvido la idea de generar espacios de conversación donde los temas de desarrollo y demandas ciudadanas se puedan abordar con sentido de urgencia.

Sigue preocupando la falta de liderazgos en lo público y lo privado, y eso, sumado a la ausencia de un debate menos visceral e ideologizado, claramente amenaza la búsqueda de espacios para transformar la unidad es un componente protagónico de nuestra idiosincrasia y desde ahí, abordar nuestros problemas con más metodología y planificación y menos demagogia.

Pese a las adversidades, los ciudadanos/as creen que es posible una mejor región, pero anhelan que las decisiones relevantes se adopten con la participación activa de todos y de todas y con una actitud gubernamental (regional y central) de más diálogo, sentido de urgencia, tolerancia y trabajo colaborativo.