Columnista, ColaboradorVivimos tiempos decisivos. La triple crisis planetaria -cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación de plásticos y aire- amenaza no solo la estabilidad de los ecosistemas, sino también el futuro de la humanidad. Frente a este escenario, la educación ambiental emerge como una herramienta fundamental para generar conciencia, cambiar hábitos y empoderar a las personas en la construcción de un futuro sostenible. No se trata solo de transmitir conocimientos, sino de fomentar una relación armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza, promoviendo acciones concretas que mitiguen los impactos de estas crisis.
Pero, ¿qué es la educación ambiental? Surgida en la década de 1970, como respuesta a la creciente preocupación por el deterioro del medio ambiente, se define como un proceso que busca que las personas comprendan la interdependencia entre los sistemas naturales y sociales. Su objetivo es formar ciudadanos críticos, responsables y comprometidos con el cuidado del planeta. No se limita a las aulas; abarca comunidades, organizaciones y políticas públicas. Su impacto es profundo: transforma la manera en que las personas se relacionan con su entorno, fomentando valores como la responsabilidad, la solidaridad y el respeto por la vida en todas sus formas.
En Chile, el ministerio del Medio Ambiente ha asumido un rol protagónico en la promoción de la educación ambiental. Se han implementado programas como el Sistema de Certificación Ambiental de Establecimientos Educacionales (SNCAE), que ha logrado involucrar a miles de colegios, liceos y jardines infantiles en todo el país; el sistema de Certificación Ambiental Municipal (SCAM); y el Fondo de Protección Ambiental (FPA), para que la ciudadanía pueda realizar acción ambiental. Estos avances reflejan un compromiso creciente con la formación de una ciudadanía ambientalmente consciente, aunque aún queda mucho por hacer para que estos esfuerzos lleguen a todos los rincones del país y de nuestra región.
El gobierno del presidente Gabriel Boric ha dado pasos significativos en esta dirección. Uno de los ejes centrales ha sido fortalecer los Fondos de Protección Ambiental (FPA), que financian iniciativas comunitarias y educativas en materia ambiental. En nuestra región, estamos felices por los ¡7 proyectos que fueron adjudicados para este 2025! Los 5 proyectos de establecimientos educacionales y los 2 proyectos ciudadanos nos llenan de esperanza para que la acción ambiental llegue a todos los rincones de la Patagonia aisenina. Estas iniciativas no solo contribuyen a la conservación, sino que también fortalecen el tejido social, demostrando que la educación ambiental es un motor de cambio tanto ecológico como social.
En un mundo cada vez más complejo, la educación ambiental representa una luz de esperanza para Chile y nuestra región. Es una de las herramientas más poderosas para transformar la vida de las personas, permitiéndoles comprender que sus acciones individuales tienen un impacto global. Lo hemos visto de cerca a través de la correcta gestión de residuos, la conservación de los ecosistemas, la acción para disminuir el material particulado del aire y tantas otras más que mejoran la calidad de vida de nuestros vecinos y vecinas. A través de ella, podemos construir una sociedad más justa, sostenible y resiliente, capaz de enfrentar los desafíos que nos impone la triple crisis planetaria. El camino no es fácil, pero con educación, compromiso y colaboración, es posible avanzar hacia un futuro en el que humanos y naturaleza coexistan en armonía. Si queremos que las cosas pasen, necesitamos más y mejor educación ambiental.
