La televisión ha inundado nuestros hogares, casi en un 100%. Si antes era la radio la que entregaba a las familias los momentos de distracción, música, consejos y obviamente noticias, en este siglo todo eso (y más) es posible encontrarlo en la televisión. En Chile el promedio de los aparatos de tv por hogar está entre 2 y 3. Así es posible encontrar una pantalla en la cocina, otra en la sala de estar, en el dormitorio, etc. En los hoteles y hospedajes a los clientes se les asegura tv cable y multiplicidad de canales. 

Porque el consumo de imágenes televisivas en Chile es alto, siendo en los adultos de 8 horas y 36 minutos diarios como promedio y en los escolares más de 3 horas. En general en Chile se pasan más horas frente a una pantalla (y comiendo) que haciendo actividad física. De allí que nuestro país ocupa el sexto lugar mundial en obesidad infantil y en América Latina es el número uno.

La televisión abierta en Chile cubre una alta audiencia, ya que tiene cobertura nacional, pero la oferta programática es pobre. Se puede ir cambiando de canales (hacer zapping) y no hay variación entre uno y otro. Las novelas turcas, los realitys show, alguna película barata, los noticieros, los matinales faranduleros, cubren la parrilla programática de cualquier canal, son calcados, incluso en los horarios. Y, por supuesto, horas de propaganda de una y otra cosa, generalmente de aquellas que requieren ser vendidas, aunque usted no las necesite. De allí que machacan una y otra vez lo importante que es tener tal o cual marca de ropa, de calzado, de celular, de perfume o le indican las bondades de x AFP, donde su dinero es SUYO y cuando se jubile lo recibirá (sin) júbilo. Los mensajes directos y, sobre todo los subliminales, lo convencerán de que es un triunfador si tiene lo que le dicen que debe tener, si come lo que le indican en la pantalla y es socialmente aceptado si comenta las novelas o los entretelones de los realitys. Y qué decir de las noticias: vemos lo que nos han seleccionado para ver, con intencionalidad política, con un sesgo odioso. Al fin y al cabo, los controladores de los medios de comunicación de todos los formatos (televisión, radios, impresos y digitales) son solamente 20 grupos, liderados por el Grupo El Mercurio (encabezado por Agustín Edwards) y el Grupo Copesa (liderado por Álvaro Saieh y Alberto Kassis), todos políticamente definidos como de derecha, conservadores (sobre todo de sus privilegios).

Después de años de consumir todos los días lo mismo llega el convencimiento que es bueno, correcto y que no hay otra alternativa.

Y ahí está el error. Una televisión que entretenga y al mismo tiempo eduque, que abra espacios a diferentes manifestaciones culturales, con periodismo de investigación e independiente, crítico, reflexivo, que facilite el disentir, donde haya debates, programas científicos. Donde el financiamiento no dependa de empresas auspiciadoras que pautean la línea editorial y el comportamiento ideológico.

Para lograr eso es necesario contar con una televisión pública (de verdad) con autonomía económica sin dependencia de la contingencia política, con un financiamiento mixto. Esto parece una novedad en Chile, pero Televisión Nacional era financiada estatalmente hasta antes del Golpe de Estado y actualmente es el único medio público en el mundo que tiene que autofinanciarse con publicidad. 

La misión pública de Televisión Nacional está en juego y depende de la aprobación en el Congreso del proyecto de Ley de modernización de TVN. Es de esperar que los honorables lean y aprueben el proyecto. Es absolutamente necesario contar con un canal que no insulte nuestra inteligencia.

Fin de la transmisión.