Cada 08 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en recuerdo y homenaje a las 129 obreras textiles de la fábrica Cotton de Nueva York, que fallecieron quemadas al interior de la fábrica mientras se manifestaban en contra de la extensa jornada laboral, los bajos salarios, la precariedad en las condiciones de trabajo y las diferencias de salario en comparación a los hombres.
La lucha dada por esas mujeres y muchas otras a lo largo y ancho (y redondo) del planeta, en distintas épocas y contextos, representa la batalla que dan las mujeres por su participación en la sociedad para lograr un desarrollo íntegro como persona, en igualdad de condiciones con los hombres, en definitiva, para construir una sociedad mejor para todos.
Es la ocasión en que las distintas organizaciones, agrupaciones, corrientes ideológicas, confluyen para relevar este día y hacer un balance de cuanto se ha avanzado, se ha retrocedido y falta por hacer. El 8 de marzo es el hito que mueve voluntades y conciencias y sacude los discursos, esos que no siempre van de la mano con la realidad.
Este gobierno se ha declarado feminista, algunos hechos lo ratifican y otros no. Por ejemplo, la Convención Constitucional ha sido el único proceso constituyente paritario en el mundo. Pero, por otro lado, el 8 de febrero se cumplieron tres meses de la desaparición de la activista ambiental Julia Chuñil, quien salió de su domicilio en el sector de Huichaco Sur, Región de Los Ríos, se le perdió el rastro y aún no aparece. Mujer, mapuche, defensora del bosque nativo, amenazada por su rol como activista ambiental, todas las condiciones para sospechar homicidio, secuestro y femicidio. Sin embargo, no se ha aplicado el acuerdo de Escazú, firmado por el gobierno el 2022 y que protege a los dirigentes ambientales. La fiscalía ha decidido mantener silencio.
No contribuye tampoco a conmemorar un 8 de marzo el avance del neoliberalismo y las distintas formas de violencia estructurales, que no solo permanecen, sino que se reproducen. Todos los gobiernos post dictadura son responsables de este estado, algunos más que otros. Un cambio radical pasa por intervenir profundamente el sistema educativo, el de salud, las condiciones de trabajo, la vivienda, la autonomía económica de las mujeres, las pensiones.
Indiscutiblemente se han efectuado cambios que permiten, en algunos aspectos, mejores condiciones de vida, pero es insuficiente.
La Ley de Aborto Integral, prometida para el mes de diciembre, no ha sido habida. Ese es un tema pendiente que podría estar anunciándose este 8 de marzo como un avance, pero no es así. En nuestro país y en general en el mundo, hay un peligroso desarrollo de la extrema derecha, que tiene como bandera programática el machismo. Eso es una amenaza cierta para la vida de los trabajadores en general, pero especialmente para las mujeres, niños y niñas de las disidencias sexuales y de género, las personas migrantes. Todos los más desprotegidos. Un patético ejemplo en nuestro país lo constituye Johannes Kaiser que ha llamado a condecorar a los hombres que violen a las mujeres.
Este 8 de marzo debe encontrar a las mujeres muy empoderadas en la conquista de mejores condiciones de vida. Pero junto a los hombres, porque la lucha que se da por una vida digna es para todas y todos, para lograr una sociedad con justicia y dignidad.
El principal obstáculo lo constituye la relación de explotación que impone el neoliberalismo. Ese se debe combatir, junto con detener el avance de la fascista extrema derecha.