Este 26 y 27 de octubre deberemos, obligatoriamente, concurrir a las urnas y expresar con el voto la preferencia por un Gobernador/a, Alcalde/sa, Consejero/a y Concejal/a. Será una ardua jornada no sólo por la cantidad de cargos a elegir, sino además porque todos los mayores de 18 años deberán votar, como así mismo los extranjeros con más de 5 años de permanencia en el país. La cantidad de personas que deberán concurrir a las urnas sobrepasa las 8 horas de votación, razón por la cual se establecieron dos días de comicios.
Antes del 2009 la inscripción en los registros electorales era voluntaria pero el voto obligatorio. Los congresistas se percataron que el padrón envejecía, los jóvenes no se inscribían para votar y año tras año la proporción de ciudadanos que participaba en las elecciones se reducía de manera drástica. La solución a este drama era convertir la inscripción en automática al cumplirse los 18 años. Hasta allí, parecía una solución lógica ante el problema de la baja participación en la elección de representantes en los diferentes puestos de gobernanza. Pero, a renglón seguido, se aprobó la norma del voto voluntario. Y allí el sistema democrático sufrió un golpe casi mortal, porque a partir de esa decisión ni siquiera el 50% de los ciudadanos con derecho a voto acudía a las urnas. Por ejemplo, el Presidente Piñera el año 2017 fue votado por 3,7 millones de electores, lo que representaba el 56,4% de todos los que concurrieron a votar, pero en realidad esa cifra representaba sólo el 26,4% del padrón electoral. Así que la representación del Presidente era más ficción que realidad.
Según el cientista político Carlos Huneeus el voto voluntario tiende a favorecer a los sectores socioeconómicos más altos, constituido por las personas más interesados en política y quienes concurren mayoritariamente a votar.
De allí que la vuelta al voto obligatorio fuera la respuesta no sólo a la baja participación, sino también al fortalecimiento de la democracia. Porque votar es un derecho ganado tras años de lucha, sobre todo de las mujeres, quienes por primera vez pudieron hacerlo en las elecciones presidenciales el año 1952. Votar es un derecho y una gran responsabilidad porque ese acto nos transforma en dueños de nuestro futuro.
Más, ¿si los que van obligados a votar, los que nunca han querido hacerlo, no están conscientes de los que está en juego, si no saben quiénes son los candidatos, a quiénes representan, cuáles son sus propuestas, su trayectoria, su impronta?
El resultado de estas votaciones se convierte en una incógnita. En realidad todas las votaciones tienen un grado de sorpresa, aún así siempre es posible hacer cálculos y vaticinios. Ahora, es mucho más difícil predecir los resultados. También el abanico de candidatos puede desviar los votos, por ejemplo son 42 los que postulan a la concejalía de la comuna de Coyhaique y Lago Verde.
Históricamente esta región, al igual que la Araucanía, ha tenido más votos en candidaturas de derecha, siendo ambas regiones menos desarrolladas que otras del país. Y eso es digno de análisis, porque solamente en las comunas más ricas como Las Condes y Vitacura triunfan los candidatos de derecha. Los resultados de estas elecciones podrían confirmar la tendencia regional o podría haber un vuelco, producto de una mayor conciencia de clase o del reconocimiento que la derecha sólo defiende sus intereses económicos, incluso con armas ilícitas como la colusión de las empresas o la evasión y la elusión de los impuestos.
Esta vez tenemos una urna muy incierta, ya veremos el 28 si se convierte en Pandora para los intereses de las y los trabajadores.