En Chile durante décadas vivimos en una gran mentira. Nos quisieron convencer de que, al lado de naciones vecinas, nuestro país era casi impoluto, que sus instituciones funcionaban, repetían majaderamente los políticos de turno, que la separación de poderes estaba asegurada y que estábamos lejos, muy lejos, de corrompernos como sistema.
Todo era mentira. Y era evidente. Veníamos del periodo más largo y corrupto de nuestra historia.
Con la democracia, la corrupción se vistió de civil y comenzó a anquilosarse paulatinamente en el modelo, hecho a la medida de la oligarquía.
35 años después, es indiscutible que Chile es un país corrupto o un país donde la corrupción salta a la vista. Donde el Poder Judicial está supeditado al poder político a través de las aprobaciones senatoriales, y vendido al mejor postor a través del incumplimiento de la Ley del Lobby.
Donde el poder legislativo ha dado pruebas de sobra de su permeable discurso y las leyes pueden ser dictadas textualmente por teléfono a los propios legisladores; o donde no pocos parlamentarios y parlamentarias tienen intereses creados en la salud, en la vivienda, en las previsiones sociales. Algunos se hicieron parte de la oligarquía poniendo sus fichas en la base del modelo que tanto decían despreciar. Y multiplicaron sus riquezas, sus prebendas, sus garantías, a cambio de legislar para proteger esos mismos intereses, los de los dueños de nuestros fondos previsionales y de todo lo demás.
Lo cierto es que no caben en una columna de opinión todas las instituciones que han estado enredadas en casos de corrupción, partiendo por los bullados "Milicogate" y "Pacogate" con uniformados robando a manos llenas; siguiendo con el financiamiento irregular de partidos políticos, los casos Penta y SQM; los aportes ilegales y el tráfico de influencias en numerosos casos de corrupción en el Congreso Nacional. La vergüenza más brutal la tienen los municipios: 642 investigaciones activas, 67 municipios con denuncias por corrupción y 135 municipios querellados por el Consejo de Defensa del Estado.
La lista sigue con el caso MOP-Gate; las filtraciones y la corrupción del Servicio de Impuestos Internos; el tráfico de influencias en el Poder Judicial; los cuestionamientos permanentes al Tribunal Constitucional; las irregularidades financieras investigadas en la Empresa Nacional del Petróleo; los fraudes y malversaciones de fondos investigados en BancoEstado; las irregularidades de las universidades de Chile y San Sebastián; las asignaciones de Corfo; los cuestionamientos a la transparencia del Instituto Nacional de Estadísticas; la corrupción interna de Gendarmería de Chile y el Servicio de Registro Civil e Identificación; la malversación en la Empresa de Ferrocarriles del Estado, la corrupción en licitaciones de la Dirección General de Aeronáutica Civil; el ingreso ilegal de mercancías en el Servicio Nacional de Aduanas; la fundación Democracia Viva, el caso Convenios y el Ministerio de Vivienda y Urbanismo; el escándalo de información privilegiado del grupo Inverlink; el caso "luminarias" de Itelecom; la Tesorería General de la República implicada en el caso "audios" por presuntos pagos ilegales para obtener información confidencial. Me quede sin aire.
Como les dije, la lista es larga. Chile es un país repleto de corrupción. Porque durante décadas vivimos en una gran mentira.