La salud sexual no es solo una cuestión médica, sino también una lucha social y cultural que debemos abrazar con urgencia. En un país como Chile, y en regiones aisladas como la nuestra, garantizar el acceso a una educación sexual integral (ESI) debe ser una prioridad. Esta es la clave para enfrentar desafíos que van más allá de la mera prevención de embarazos no deseados o infecciones de transmisión sexual (ITS), como el VIH, y crear una sociedad más equitativa, inclusiva y consciente de sus derechos. Esta reflexión cobra aún más relevancia en el marco del Día Mundial de la Salud Sexual, conmemorado el pasado 4 de septiembre, un momento crucial para abordar las carencias y oportunidades que presenta la realidad regional.
La falta de una educación sexual integral en Chile ha contribuido a cifras preocupantes en salud sexual, con un aumento notable de ITS en los últimos años. En particular, el VIH sigue siendo un reto urgente. Entre 2020 y 2023, Chile registró un aumento del 7% en los casos de VIH, con más de 5.000 nuevos diagnósticos en 2022, de acuerdo con el Instituto de Salud Pública (ISP). Actualmente, se estima que unas 84.000 personas viven con VIH en el país?.
Estas cifras no son solo números; son el reflejo de vidas que se ven afectadas, muchas veces, por la falta de acceso a información clara, oportuna y sin prejuicios.
A pesar de los esfuerzos por implementar campañas de prevención, la percepción del riesgo entre los jóvenes sigue siendo baja. Esto se debe en parte a que el VIH continúa siendo visto como un problema ajeno, vinculado a grupos históricamente marginalizados o estereotipados, este tipo de prejuicios no solo perpetúa la desinformación, sino que también impide una respuesta más integral y efectiva.
Es aquí donde la educación sexual cumple un rol fundamental. La ESI no solo enseña sobre métodos anticonceptivos o prevención de ITS; su enfoque más amplio incluye la promoción del respeto por los derechos humanos, el consentimiento, la equidad de género, y la aceptación de la diversidad sexual. Es un enfoque que debe ser implementado en todos los niveles del sistema educativo, desde la infancia hasta la adultez, para que las nuevas generaciones crezcan con una comprensión más completa y sana de su sexualidad.
Aysén, con su geografía particular y comunidades diversas, enfrenta desafíos únicos en la implementación de políticas de salud sexual. Si bien los centros de salud pública de Coyhaique y Puerto Aysén son clave en la provisión de servicios de salud sexual, en áreas rurales más aisladas el acceso a información y servicios es limitado. Además, las barreras culturales y la falta de recursos adecuados en algunas comunidades impiden que muchas personas, especialmente jóvenes, puedan recibir una educación sexual completa y libre de prejuicios.
Además, este tema no solo abarca a jóvenes y adolescentes, sino que debe incluir a toda la población, desde personas LGBTQ+ hasta adultos mayores y aquellos con discapacidades. Un sistema que excluya a estas comunidades es un sistema que perpetúa la discriminación.
Las políticas inclusivas son fundamentales para construir una sociedad más justa. Esto incluye un enfoque en la diversidad de género y sexual, reconociendo que todas las personas tienen derecho a vivir su sexualidad de manera plena y sin temor a la discriminación o la violencia. Fomentar estos valores desde la educación sexual es una forma de luchar contra el estigma, que sigue siendo uno de los principales obstáculos para un acceso equitativo a la salud sexual.
La región de Aysén tiene la oportunidad de liderar un cambio profundo en la forma en que abordamos la salud sexual. El futuro de nuestra sociedad depende de cómo enfrentemos los desafíos de hoy, y la salud sexual es uno de los pilares fundamentales para asegurar una población más saludable, informada y libre de prejuicios. Miremos el pasado 4 de septiembre, el Día Mundial de la Salud Sexual, como un recordatorio de que la lucha por los derechos sexuales y reproductivos debe ser constante, y que la educación es la herramienta más poderosa para lograr ese objetivo.
No se trata solo de reducir las cifras de VIH o de embarazos adolescentes, sino de construir una sociedad que respete y valore la diversidad sexual, que eduque a sus ciudadanos desde una perspectiva de derechos, y que ofrezca a cada persona las herramientas necesarias para ejercer su sexualidad de manera segura y responsable.
La lucha por una educación sexual integral en Aysén es, en última instancia, una lucha por una sociedad más equitativa y consciente de los derechos humanos. La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos dispuestos a seguir ignorando la urgencia de este tema, o comenzaremos a actuar para garantizar una educación y atención que verdaderamente incluya a todas y todos?