"Aunque los pasos toquen, mil años este sitio, no borrarán la sangre de los que aquí cayeron"
Un 30 de marzo de 1985, en Quilicura, frente al fundo El Retiro, aparecieron los cadáveres de los tres comunistas secuestrados por agentes de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros Dicomcar.
Horroroso crimen que, de una parte, buscaba atemorizar y someter a la población a la inacción e inmovilismo y, de otro, darle un mensaje al Partido Comunista que sus ideas serían perseguidas y aniquiladas.
No lograron ni lo uno ni lo otro. De partida, el funeral de los tres mártires comunistas fue apoteósico, demostrando que el miedo podía ser vencido ante la fuerza de los hechos. Y, sobre lo segundo, el Partido Comunista, como organización política junto a la ideología que lo sustenta, sigue tan vigente como en esa época.
La historia de los 40 años transcurridos desde ese alevoso crimen puede relatarse desde el impacto producido en el ámbito familiar de cada uno de ellos, o de sus organizaciones gremiales, sindicales, o desde la justicia.
Qué duda cabe que las familias de Guerrero, Parada y Nattino cambiaron profundamente a consecuencia de estos hechos. Lo mismo puede aplicarse a sus organizaciones gremiales. Pero, de alguna manera, en ambas situaciones hubo un desarrollo de fuertes lazos de unión y protección.
Desde la justicia la cosa es un poco diferente. Si bien es cierto hubo un rápido proceso en la búsqueda de verdad, lo que no era frecuente que ocurriera en casos de violación de los derechos humanos, los resultados no fueron los esperados. Por ejemplo, nunca se indagó la participación del General Mendoza en lo ocurrido, siendo el responsable máximo de Carabineros. Tampoco se investigó a otros con poder de mando dentro de la organización. Los perpetradores materiales están todos libres pues accedieron a beneficios carcelarios, lo que no corresponde cuando se trata de crímenes de lesa humanidad. El único que cumplió cárcel efectiva fue un civil, el Fanta, quien murió en la cárcel de Covid, durante la última pandemia.
Es obligación de la justicia investigar este tipo de crímenes ya que no prescriben, pero, después de conocer los audios de Hermosilla y de ventilarse la forma como se designan en Chile los jueces, los fiscales y como actúa en general el poder judicial, no es posible ver con optimismo el resultado de tales investigaciones. Que la Justicia no es ciega es una gran verdad.
Como también es cierto que las ideas no se degüellan y que hay muertos que están vivos y muy presentes entre nosotros. Son los que están en la memoria colectiva de un país que se niega a olvidar a los que cayeron luchando por una sociedad con mayor justicia social, con mayor equidad, con más democracia.
Manuel, el profesor comprometido, miembro de la AGECH;
José Manuel, el sociólogo que trabajaba en la Vicaría de la Solidaridad;
Santiago, el publicista y diseñador gráfico de tantos afiches, como el "patito" del Banco Estado.
En memoria de Guerrero, Parada y Nattino debemos construir una sociedad donde la actividad política y los compromisos sociales sean un valor en la formación de los niños y jóvenes del futuro de Chile.