

Han pasado tres días.
Tres desde el sexto aniversario de aquel honrado y vapuleado 18 de octubre de 2019. Ese día, el ministro del Interior de Sebastián Piñera aplicó la Ley de Seguridad del Estado. El primo, Andrés Chadwick Piñera, hoy imputado por corrupción. Porque sólo así se pueden llamar sus vínculos con el comprobadamente corrupto abogado Luis Hermosilla.
¿Contra quién fue la acción legal? Contra todos quienes fueran responsables de las masivas y populares protestas que venían cruzando el país por varias semanas.
¿El enemigo? Jóvenes irresponsables y comunistas, decían. Nunca el Chile descontento que salió a la calle por la desigualdad, la inequidad, el maltrato a la naturaleza, la apropiación de los bienes comunes, las pensiones de miseria, el racismo y la discriminación.
El 16 de octubre previo, el ex subsecretario de Ricardo Lagos, Clemente Pérez, había fungido de analista en 24 Horas con la hoy célebre frase: "Cabros, esto no prendió". Quien bajo el gobierno de Michelle Bachelet fuera presidente del principal transporte de Santiago, el Metro, foco de la furia callejera. Clemente, quien hoy forma parte del comando de la abanderada de la derecha tradicional Evelyn Matthei.
Clemente Pérez no tenía dotes de clarividente. Lo suyo era más bien deseo disfrazado de observación.
El recuerdo de sus palabras me hace retroceder unos años. En plena discusión por la construcción de represas en Aysén. Un proceso que, junto al movimiento social, concitó grandes movilizaciones en nuestra región.
Un amigo, histórico concertacionista que hoy cumple importantes tareas en el gobierno de Boric en esta tierra, me instruía previo a "Patagonia sin Represas": los esfuerzos para detener a Endesa y Colbún eran tiempo perdido. Que la gente nunca se movilizaría por temas que no fueran económicos. El precio del pan, el costo de la micro, los impuestos sí movían a la población. Palabras paradójicas para un socialista como él, frases hermanas de lo que hoy la ultraderecha reitera: la gente no come democracia. O el vecino que proclama que no educa a sus hijos protegiendo martinetas.
Lo cierto es que su análisis teñido de certezas era ciertamente una aspiración, basada en sus convicciones propias más que una evaluación social.
Ambos, viudos de los treinta años. Tres décadas en las cuales, personalmente y para que no se me acuse de olvidón inconsecuente (como a Valenzuela y sus "parásitos), también cumplí roles profesionales. Pasado privado que, como todos, siempre es escrutable.
En estos días de aniversario octubrista, con el diario del lunes en la mano, han emergido ex concertacionistas fieros con el Frente Amplio. Que se obnubilaron, que no tenían calle, que carecían de profundidad
Y lo principal: que fueron arrogantes y grandilocuentes.
Para ser honesto, algo comparto esto último. Desde el "nuestra escala de valores y principios dista de la generación que nos antecedió" que acuñó Giorgio Jackson hasta el "Chile será la tumba del neoliberalismo" de Gabriel Boric, tras vencer en las primarias.
Pero que no se dramatice. Los padres que se creen dueños de la pelota siempre han lidiado con los hijos que alardean de descubrir la rueda.
Ya por 2014, en una columna en El Mostrador, aludía al "debate generacional y la demanda por la asamblea constituyente".
"Si existe un tema complejo en toda causa transformadora, lenta y largamente impulsada como posta social intergeneracional, es la tensión entre quienes han llevado el testimonio durante años y quienes se suman en el camino" planteaba en aquellas jornadas. Y agregaba la necesidad de remecerse de la suficiencia generacional. Donde los que pavimentan quieren sentarse adelante a conducir los procesos mientras los que se suman tienden a desconocer sobre los hombros de quienes se alzan.
Porque lo que vivimos son procesos, rutas. No terminales. Y ese camino sigue siendo hoy construir un mundo más justo, democrático, ambientalmente responsable. Aunque parezca que hoy esta idea no está de moda ni consiga votos. Incluso aunque convoque a la enemistad de quienes han visto en la emergencia individualista y neoliberal una oportunidad para capitalizar.
Palabras de hace más de una década. "Ya lo plasmaron los franceses en el artículo 28 de su Constitución de 1793, hace más de 200 años: 'A ninguna generación le está permitido imponer sus propias leyes a las generaciones futuras'. Somos hijos de la construcción colectiva, de los de ayer, de los de hoy, para los que vendrán".
Qué mejor que recordar estos anhelos en esta época de campaña electoral. Que en estos seis años, aunque algunos quieran negarlo, se mantienen las deudas en desigualdad, inequidad, maltrato a la naturaleza, apropiación de los bienes comunes, pensiones de miseria, racismo y discriminación.