La lactancia materna es uno de los medios más importantes para asegurar la salud y el bienestar de los recién nacidos. Proporciona los nutrientes esenciales, anticuerpos y el vínculo emocional vital que necesita un bebé durante sus primeros meses de vida, por lo que el consumo de drogas durante la gestación y lactancia es un tema crítico y controversial.
El consumo de alcohol, tabaco y otras drogas en mujeres gestantes y personas que amamantan representa un desafío para los equipos de salud, en el que generalmente son ocasionales o esporádicos previos al estado de embarazo, donde las mujeres lo cesan por el bienestar de sus bebes en gestación. Sin embargo, es posible encontrar consumos persistentes, que constituyen un problema de abuso o dependencia, casos a los que no estamos ajenos y que, lamentablemente, hemos visto incrementado los últimos meses en usuarias y recién nacidos que han llegado al Servicio de Maternidad y a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales del Hospital Regional Coyhaique.
El uso de drogas lícitas o ilícitas en embarazadas es una situación de alto riesgo para la madre, el feto y el recién nacido, unido de una forma casi habitual a una problemática psicosocial importante y a una escasa o nula vigilancia prenatal, que se da muchas veces por omisión de información por parte de las usuarias, por lo que como profesionales de la salud no recibimos alertas y en muchos casos no se logra una intervención eficaz, posterior seguimiento y derivación, con consecuencias variadas que van a depender del tipo de droga, dosis, tiempos y momentos de consumo, entre otros factores.
El consumo de drogas puede dañar el desarrollo psicomotor del feto, provocar abortos espontáneos, afectar en el crecimiento, prematuridad, anomalías en comportamiento neurológico, aumento de infecciones, provocando el síndrome de abstinencia neonatal (SAN) que se define como el conjunto de manifestaciones clínicas que expresa el recién nacido como la irritabilidad, hipertonía, temblores, sudoración, hipertermia, hiperfagia, vómitos, succión vigorosa. Durante el periodo de lactancia, el consumo de drogas interfiere con el reflejo de bajada y eyección de la leche, que puede desencadenar el síndrome de muerte súbita del lactante, además de discapacidades del desarrollo y del aprendizaje, poniendo en riesgo la vida del recién nacido.
Esta realidad nos involucra de forma directa y nos hace cuestionar cuáles serían las mejores acciones para la madre y el recién nacido.
En la mayoría de los centros hospitalarios una de las primeras medidas de abordaje es suspender la lactancia materna, hecho que afecta el alojamiento conjunto y como consecuencia la alimentación se ve directamente afectada, perjudicando al desarrollo óptimo del sistema cráneo-cérvico-mandibular, y por ende se alteran las funciones orales en un recién nacido. Por otro lado, vemos afectado el apego de la triada madre-padre-hijo, ya que hijos/as de madres consumidoras tienen mayor riesgo de apego inseguro o desorganizado, afectando la capacidad de respuesta ante sus necesidades.
Frente a este contexto, como profesionales de la salud, estamos mandatados a proteger los derechos de los niños, por lo cual según los antecedentes de cada caso y si la situación lo amerita, el personal de salud podrá solicitar a Tribunales las medidas que correspondan conforme a la normativa vigente.
En síntesis, la lactancia materna es un recurso invaluable para el desarrollo saludable de los bebés. Por ende, los sistemas de salud, las políticas públicas y programas deben enfocarse en la educación y prevención, para que profesionales de la salud estén bien informados, proporcionen orientación clara y comprensible a las madres y familia para que reciban el apoyo necesario y de esta manera, evitar y minimizar el consumo de drogas.