Llevamos más de un mes dedicados de una u otra forma a las ballenas, ser viviente más grande de nuestro planeta y en peligro de extinción. Si bien el tema no es de nuestra especialidad, llevamos años involucrados en relevar la existencia, la defensa y la muerte de ballenas en nuestra región de Aisén Reserva de Vida. Ballenas, que hace poco en la práctica no existían para muchos, ni la academia.
La verdad es que sigue habiendo poca información y las ballenas entran a figurar en nuestro mundo principalmente a causa de varamientos y muerte. Muerte, cuyas causas quedan en el misterio y pocas veces son estudiadas y dilucidadas. ¿Y le importan a la institucionalidad, academia y humanos habitantes de esta región?
La última ballena jorobada cuyos resoplidos alcanzamos a ver, muerta la semana pasada en el borde del Parque Nacional Laguna San Rafael, cerca de unos restos de salmoneras que no debieran estar ahí y donde los operadores turísticos que transitan en camino a la laguna aseguran haberla visto aún con vida, se ha vuelto noticia. Ante las denuncias públicas y a Sernapesca, este servicio y la Superintendencia del Medio Ambiente le piden información a la salmonera Cooke Aquaculture, el Ministerio del Medio Ambiente pide investigar a la Fiscalía y operadores turísticos y organizaciones ambientales exigimos explicación.
¿Alguien va a investigar a terreno y a ver de que murió la ballena? Solo sabemos que hay quienes aseguran haber visto heridas y nos consta ahí hay cables y cadenas hasta fuera de la concesión, incluso anclados en tierra, partes de un centro y un módulo de mortalidad abandonado con químicos tóxicos.
Y si bien hay quienes estiman poco probable la responsabilidad de las salmoneras en mortalidad de ballenas, vale recordar que en la misma fecha se denunció otro cetáceo enmallado en una salmonera en la Reserva Nacional Kawésqar en Magallanes. O sea, se puede afirmar que éstas constituyen una amenaza para los cetáceos. Y eso por más inteligentes que sean; de hecho, no cabe duda lo son más que quienes pescan jurel y sardina barata con que podrían alimentar a sus congéneres, en vez de hacerlos harina y pellet para consumo de salmón caro de exportación y mascotas.
Así es como entre los casos de los últimos años en nuestro mar interior, nos encontramos el 2015 con "el cementerio" de 340 ballenas en el Golfo Tres Montes (Parque Nacional Laguna San Rafael), al que se suman otras 10 en el 2019. Esa vez, la única científica que encontró una causa, fue la de la ingesta de microalgas toxicas, de cuya diseminación y nutrición se responsabiliza también a la industria del salmón. En octubre de 2020 se sumó otra Sei con plástico de origen salmonero en su hocico, nada menos que en la Laguna San Rafael. Esa vez Sernapesca, que llegó varias semanas después, se contentó con justificar que ahí era "cementerio".
Mientras, en mayo de ese mismo año, se había reportado una ballena muerta enredada en cables de una salmonera de la empresa Australis en la Isla Matilde (Reserva Nacional Las Guaitecas) y trascendió que no era caso aislado. En junio y agosto 2023 se reportan ballenas varadas en Las Guaitecas y Ancud y hace poco supimos de una varada cerca de Puyuhuapi. En esa época también escuchamos a científicos, en el Centro Cultural de Coyhaique, advertir del peligro que implican las salmoneras y sus embarcaciones para los cetáceos en el mar interior patagónico. Y si bien, las ballenas no son inmortales y sus causas de muerte son varias, está claro que las salmoneras, sus efectos y sus naves (que jamás son incluidas en evaluaciones ambientales), que se debe asumir que son parte de ellas (las causas). Y el que estas muertes ocurran en áreas protegidas que existen justamente para resguardo de la vida silvestre, la biodiversidad y en especial especies en peligro, es el colmo.