Columnista, Colaborador
El gobernador regional de Aysén, Marcelo Santana Vargas, tiene una visión clara. Debemos recuperar la actividad en el campo, no solo por conservar o rescatar las tradiciones de nuestra región, que fue por décadas una región ganadera, sino que también porque se trata de una oportunidad estratégica para el futuro de Aysén y nuestro país. Esa propuesta se llama Plan Aysén Campo Vivo.
El plan contempla una inversión estimada de 15 mil millones de pesos en cuatro años, una cifra inédita para el mundo rural de Aysén. Esto significa un giro respecto a la lógica de años anteriores, marcada por iniciativas fragmentadas y subsidios que, aunque necesarios, no lograron generar un impacto estructural.
No hace tanto tiempo, la agricultura y la ganadería representaban más del 10% de la economía regional. Hoy esa cifra apenas bordea el 5%. Los rebaños disminuyen, la juventud migra y los campos se transforman en parcelas vacías o en postales turísticas sin actividad productiva. El declive del campo no es inevitable: es consecuencia del abandono. Revertirlo todavía es posible, pero requiere política pública, visión, planificación e inversión sostenida.
El gobernador lo plantea sin rodeos: para revitalizar el campo, se debe reencantar a las nuevas generaciones, no solo con discursos, sino con herramientas, conocimiento y oportunidades reales. Por eso, el diseño del plan está ocurriendo en terreno, conversando con productores, visitando localidades y recogiendo las experiencias de quienes viven el campo día a día.
Aysén Campo Vivo busca entregar condiciones básicas para que la actividad rural prospere: acceso a financiamiento, infraestructura productiva, conectividad, electrificación, caminos y asesoría técnica. No se trata solo de fortalecer la ganadería y la agricultura, sino de diversificar y potenciar otras actividades con enorme potencial: producción de forraje, apicultura, manejo forestal sustentable, fruticultura, agroindustria y emprendimientos de base local con innovación y valor agregado.
Esta propuesta no pretende ser perfecta ni definitiva. Pero representa algo escaso en la política rural chilena: una visión de largo plazo. La convicción de que el campo no es un problema a administrar, sino un patrimonio que debemos proteger y desarrollar.
Aysén tiene ventajas comparativas que el mundo exige: alimentos producidos en ambientes libres de contaminación, ganadería con baja huella ambiental y un potencial extraordinario para la diferenciación territorial.
Aún estamos a tiempo.




















