Editorial, Redacción El proceso eleccionario desarrollado ayer permitió definir la integración de la mitad del Senado y la totalidad de la Cámara de Diputadas y Diputados, dejando para segunda vuelta la definición presidencial. Más allá de los resultados específicos, estos comicios marcan el inicio de una nueva etapa política para nuestra democracia, una etapa que exigirá del próximo Parlamento un compromiso profundo con las transformaciones que el país viene demandando desde hace años.
El desafío que enfrentan quienes asumirán funciones legislativas no es menor. Deberán representar con responsabilidad y altura de miras las diversas realidades de Chile, especialmente aquellas que provienen de las regiones. Y en ese escenario, las necesidades de Aysén no solo son urgentes para quienes habitan esta zona austral: también son fundamentales para el desarrollo equilibrado del país. La inequidad territorial sigue siendo una deuda estructural, una herida que, en nuestra región, se expresa con particular crudeza y que por demasiado tiempo ha permanecido sin una respuesta integral del Estado.
Aysén requiere políticas sostenidas, no promesas; requiere ser escuchada no solo en tiempos electorales, sino en la elaboración misma de las decisiones nacionales. Infraestructura, conectividad, acceso equitativo a salud, educación y servicios básicos, apoyo al emprendimiento, diversificación productiva y protección real de nuestros ecosistemas son parte de los temas que exigen un compromiso político coherente, transversal y de largo plazo.
La definición presidencial que se resolverá en segunda vuelta representa también un punto de inflexión para Chile. Quien asuma la conducción del país a partir del 11 de marzo de 2026 deberá enfrentar un escenario complejo, donde conviven demandas sociales acumuladas, expectativas ciudadanas crecientes y la necesidad de fortalecer una institucionalidad que ha sido puesta a prueba. El próximo gobierno tendrá la responsabilidad de encauzar esas energías en una agenda que combine desarrollo económico, cohesión social y un nuevo trato con las regiones.
Este es un momento para elevar la mirada. A los nuevos congresistas, corresponde entregar lo mejor de sí, con la convicción de que la política puede -y debe- volver a acercarse a las personas, recuperar la confianza perdida y demostrar que el servicio público tiene sentido cuando se orienta al bien común. Y a quienes competirán en la segunda vuelta presidencial, les cabe actuar con responsabilidad democrática, profundizando sus propuestas, escuchando a la ciudadanía y comprometiéndose con el Chile diverso que aspira a un progreso justo y sostenible.
Porque, finalmente, lo que está en juego no es solo un ciclo político. Es la oportunidad de reencontrarnos como país, de reconocer nuestras diferencias sin que ello nos divida, y de avanzar con decisión hacia un futuro donde cada territorio -y Aysén muy especialmente- tenga el lugar que merece en el desarrollo nacional.




















