Señor Director:
A pocos días de haber pasado por la que, sin duda, ha sido la prueba más difícil de mi vida, consideré relevante compartir este relato, en ese afán tan necesario de sacar aprendizajes de las experiencias extremas: mi pareja, nuestros tres hijos y yo, sufrimos una intoxicación por monóxido de carbono en el departamento en el que vivíamos y gracias a una enorme cuota de fortuna hoy podemos contarlo.
De manera providencial fuimos capaces de salir del inmueble con los niños ya casi inconscientes y los adultos intentando superar el estado de confusión, principalmente movidos por ese instinto de protección hacia los hijos y búsqueda de ayuda médica, sin claridad sobre lo que nos estaba pasando. Llegamos al hospital en el momento preciso para recibir tratamiento.
El famoso monóxido de carbono es un gas inodoro e incoloro que se produce en la combustión de variadas sustancias, como el gas, gasolina, kerosene, madera, etc. y que tiende a acumularse en sitios que no cuentan con las medidas de extracción y ventilación adecuadas. Este gas tiene una afinidad con la hemoglobina de la sangre hasta 200 veces mayor que el oxígeno. Por esto es tan tóxico y letal. Es importante hacer la diferencia con el gas que usamos para cocinar, esa es otra sustancia, a esa le incorporan olor y no es parte de esta historia.
Tras la experiencia que brevemente he contado, son varias las lecciones que pueden sacarse. La primera de ellas es que la intoxicación por monóxido de carbono es una emergencia médica, que a pesar de que cobra varias muertes al año, no siempre es considerada en cuanto a la gravedad que reviste y a los esfuerzos que deben realizarse para prevenirla. De hecho, en el edificio el Divisadero ubicado en calle Baquedano, lugar donde ocurrió esta emergencia, la SEC solicitó hace bastante tiempo ya la mantención y regularización de sus instalaciones, cuestión que aún no se cumple. Demás está decir que este inmueble no cuenta con sello verde, y a juicio de esta afectada directa, no proporciona las garantías mínimas para vivir ahí de manera segura para nuestra, y ninguna familia.
Por otro lado, el cuadro agudo de intoxicación por monóxido de carbono, genera síntomas muy inespecíficos, parecidos a los de muchas otras enfermedades (mareos, dolor de cabeza, vómitos, confusión, entre otros) por lo que se hace difícil, en primer lugar la identificación del problema por parte del propio afectado, y en segundo lugar también configura un desafío para el equipo médico. En esta parte de la historia corresponde hacer mención especial al Doctor Andrés Larrea Pérez, médico de turno en la urgencia del Hospital regional de Coyhaique el día de la emergencia, quien hizo la sospecha diagnóstica -nosotros pensamos que nos habíamos comido unas empanadas descompuestas- a pesar de lo confuso del relato que entregamos y de la diversidad de síntomas referidos, a él le debemos la vida. Y al Dr. Oscar Vega Villa quien continuó con nuestros cuidados junto al equipo de salud, todos con un profesionalismo y calidad humana que deja el nombre de los profesionales de este hospital y servicio en lo más alto.
Es por todo esto que a la intoxicación con monóxido de carbono se le denomina muchas veces “la muerte sigilosa” por ese poder de cobrar víctimas sin mostrarse, actuando de manera silenciosa, provocando confusión, síntomas inespecíficos y disminuyendo la capacidad de reacción, hasta producir la muerte.
¿Que nos queda después de experiencia? Primero dar gracias por la vida, especialmente por la segunda oportunidad que han tenido nuestros hijos de seguir en este mundo; en segundo lugar el aprendizaje, que es el que especialmente deseamos compartir con ustedes, de la necesidad de estar conscientes de este problema, conocer cómo están las instalaciones de los sistemas de calefacción del inmueble que desea arrendar, de su casa propia, del colegio de sus hijos, de su oficina, de la cabaña en la que va a veranear… aquí la prevención es la clave, no olvidarse de este enemigo sigiloso, y recordar que la vida no tiene precio, que no se puede ahorrar en seguridad. Un datito práctico, existen unos sensores de niveles de monóxido de carbono, que son económicos y pueden salvarnos la vida. Por internet los puede conseguir.
Finalmente seguir agradeciendo, a bomberos, carabineros, familia y amigos que nos cuidaron y nos dieron el apoyo tan necesario en estas circunstancias que nos recuerdan el valor de la vida y la importancia de estar alertas a los riesgos de nuestro entorno.
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