Felipe Escalona
Fundador y gerente general de The Real Eco State
Este 22 de abril se celebrará en todo el mundo el Día de la Madre Tierra, fecha instaurada por las Naciones Unidas para conmemorar a nuestro planeta y sus ecosistemas como el hogar común de la humanidad, así como la necesidad de protegerla para mejorar los medios de vida de las personas, contrarrestar el cambio climático y detener el colapso de la biodiversidad.
Una fecha que nos invita a reflexionar sobre qué medidas concretas tomamos en nuestro día a día para cuidar el mundo que nos cobija del daño que nuestras propias acciones provocan.
Además de reciclar los desechos domiciliarios y tener un manejo sustentable del agua y de las fuentes de energía que ocupamos, transmitiéndoles también a nuestros hijos la importancia de tomar esas acciones desde pequeños, podemos contribuir a nuestra propia escala en un área que, erróneamente, se cree está reservado a los grandes magnates: la de invertir en la compra de terrenos para crear Parques Privados de Conservación.
Hoy es un buen momento para hacerlo. Desde un tiempo a esta parte, empujados por la urgencia que impone el calentamiento global, las inversiones "verdes" se han convertido en la norma para la mayoría de los inversionistas globales. El cuidado de las fuentes de agua, el desarrollo de energías limpias y el tratamiento responsable de los residuos, entre otras medidas, son ya el estándar mínimo de los grandes fondos de inversión, lo que ha generado un mercado que hace un par de décadas no existía.
Es lo que se conoce como Impact investment: inversiones cuyo objetivo es generar un impacto medioambiental y social positivo y medible, acompañado de un retorno financiero.
Chile no se ha quedado atrás en esta tendencia. En The Real Eco State llevamos cinco años ofreciendo terrenos en Aysén a precios razonables con fines de conservación. ¿Qué significa eso? Pues, básicamente, que quienes compran un terreno en alguno de nuestros proyectos asumen la obligación de conservarlos bajo la figura del Derecho Real de Conservación (DRC), comprendido en la Ley 20.930.
Así, estos terrenos reciben un mínimo de intervención humana y no se subdividen en unidades de menor tamaño, ya que lo que se busca es conservar el ecosistema natural tal y como lo encontraron al momento de adquirirlo, aportando así a que los bosques y paisajes de la Patagonia sigan siendo la maravilla natural que hoy conocemos y que es importante preservar para las futuras generaciones.
Un propósito que no solo es noble, sino que además es rentable. La preocupación por conservar nuestros ecosistemas vírgenes no tiene por qué ser contradictoria con el interés de obtener un retorno financiero que estimule justamente ese afán conservacionista. Desde el inicio de este modelo de operación, la rentabilidad anual de nuestros proyectos ha rondado el 20%.
Pero además la conservación no sabe de fronteras ni idiomas. El Impact Investment se da en el contexto de una escasez progresiva de terrenos y el aumento de la demanda desde Europa y Estados Unidos -mercados más avanzados que el nuestro en este tipo de inversiones- por proteger los ecosistemas ante el daño que muchos de ellos, como el Amazonas, están sufriendo. Por eso, las perspectivas de rentabilidad van al alza.
El interés creciente de los extranjeros por invertir en terrenos para la conservación de nuestros bosques australes nos llevó a abrir recientemente una oficina en Estados Unidos, que permitirá simplificar la tramitación legal que contempla la legislación chilena para estos efectos. Y eso con toda seguridad impulsará aún más el interés por estos mecanismos de propiedad y conservación en el sur de Chile, lo que sin duda es una buena noticia si lo que queremos es maximizar los esfuerzos para resguardar nuestro patrimonio natural.
No importa si los dueños de un terreno son chilenos o extranjeros. Lo importante es que este mantenga sus características naturales en el futuro y que entre todos tomemos conciencia de lo urgente que es realizar acciones concretas para proteger nuestra Patagonia y ayudarla así a que siga cumpliendo el importante aporte que realiza para la sustentabilidad de nuestro planeta. Nuestros hijos y nietos lo agradecerán. Y, por cierto, la Madre Tierra también.