La reciente situación de intento de abuso y secuestro en un viaje de Uber pone de manifiesto la vulnerabilidad que enfrentan las mujeres en nuestra sociedad, incluso cuando recurren a servicios considerados más seguros. La Fiscalía Local de Coyhaique abrió una causa de oficio a raíz de este suceso, en el cual una mujer denunció haber sido víctima de abuso sexual por parte del conductor de un taxi informal en Coyhaique la noche del 8 de julio.
La víctima relató en redes sociales cómo el conductor se desvió de la ruta y le dijo: "cagaste cabrita", lo que la llenó de nerviosismo. Gritó y lloró mientras el conductor la tocaba, logrando finalmente enviar su ubicación a una amiga, bajarse del vehículo y correr para escapar. Esta publicación se viralizó rápidamente en la Patagonia debido a la crudeza del relato. La mujer explicó que usó la aplicación Uber, pero los datos registrados no correspondían a la persona que llegó a buscarla. Carabineros de la Primera Comisaría de Coyhaique recibió la denuncia, que fue derivada al Ministerio Público para su investigación.
En este espacio, me dirijo a los hombres que perpetran estos actos reprobables: ¿Cuál es su necesidad? ¿Qué obtienen al amedrentarnos? Es fundamental cuestionar las motivaciones detrás de estos comportamientos violentos y reconocer el profundo daño que causan. Estos actos no solo violan la integridad y la seguridad de las mujeres, sino que también perpetúan un ciclo de miedo y desigualdad que afecta a toda la sociedad. Estamos avanzando en diversas áreas de igualdad entre mujeres, hombres y otros géneros. Este progreso es el resultado de un esfuerzo colectivo por construir una sociedad más justa y equitativa, donde todas las personas puedan vivir sin temor a la violencia y la discriminación.
Es crucial que los hombres se unan a este avance, reconociendo su papel en la erradicación de la violencia de género. Este no es solo un problema de las mujeres; es un problema social que requiere la participación activa de todos para ser resuelto. Para ello, es necesario que cesen sus comportamientos criminales e inmorales y que se comprometan a una transformación personal y social. Esto implica desaprender conductas tóxicas y machistas, educarse en la empatía y el respeto, y adoptar una postura activa contra cualquier forma de violencia y abuso. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad donde la igualdad de género sea una realidad y no una aspiración lejana
Este incidente no solo subraya los peligros que enfrentamos, sino que también resalta la importancia de compartir nuestras historias para visibilizar y denunciar las injusticias persistentes. Estas narraciones individuales fortalecen una red de apoyo y solidaridad crucial para desafiar y transformar las estructuras patriarcales que perpetúan la violencia de género. Es fundamental destacar la necesidad de programas y políticas que aborden la salud mental de los hombres desde una perspectiva de género. Las metodologías de psicoeducación social son esenciales para que aquellos que perpetúan el patriarcado puedan reinsertarse en un entorno de respeto y equidad.
Las situaciones en las que las mujeres sufrimos debido a nuestro género continúan ocurriendo en distintos niveles de violencia. Algunos casos, tan graves como el mencionado, conmocionan a la comunidad y nos alertan del peligro constante. Otras situaciones, más cotidianas, suelen pasar desapercibidas, pero perpetúan un trato desigual.
Entre nosotras, debemos estar juntas ante la violencia machista, la grave y la cotidiana, acompañarnos, contenernos y defendernos, no estamos solas, nos tenemos a nosotras, algo que se observa también en los medios digitales, el apañe que nos damos en estas situaciones es un recurso que no debemos soltar, no nos soltemos. Por otro lado, todos, todas y todes cumplimos diferentes roles que nos permitirán ser testigos de cómo la violencia se expresa en diversas formas y desde diferentes orígenes, a veces incluso podríamos ser reproductores de tratos violentos en razón de los roles, prejuicios y estereotipos de género con los que nos hemos educado, por eso resulta importante aprender a reconocer los tipos de discriminación para no continuar perpetuándolos, reconocer cuando es una opinión y cuando un discurso de odio, cuando se está asumiendo algo de alguien solo por ser mujer/hombre, reconocer cuando estamos viviendo violencia y también cuando la estamos dirigiendo hacia otras personas.
Y también resulta importante que exista un acompañamiento institucional de este proceso de reeducación, que desde los espacios de decisión se direccionen nuevas estrategias para re aprender a convivir en equidad. Para terminar esta columna me gustaría agradecer a la compañera, quien valientemente nos alertó sobre este hombre peligroso a través de redes sociales, sabemos que no es fácil y que fue en función de cuidarnos entre nosotras. Gracias. En palabras de Rita Segato, la "mismisidad" en las luchas colectivas resalta la importancia de reconocer y validar las experiencias individuales como parte de una resistencia más amplia. Segato subraya que cada historia personal es un testimonio valioso que contribuye a visibilizar las realidades de las mujeres y a cuestionar las estructuras opresivas del patriarcado. Contar nuestras historias personales es un acto político feminista, ya que permite que las vivencias individuales sean entendidas como parte de una lucha colectiva.
Por Laura Vera Moyano
Integrante de Redapef