El dulce consuelo de que todos y todas son ganadores después de las elecciones, no es más que una frase hecha a la medida de esos militantes optimistas que creen en el proyecto político completo y que saben que tarde o temprano volverán a administrar el poder. Es lo que pasa en estos países extremadamente líquidos como Chile, indescifrables al momento de votar, sinuosos para elegir, hasta tincados, podríamos decir.
Lo cierto es que en las elecciones de octubre, los grandes derrotados de Aysén fueron la candidata de la centroizquierda, Andrea Macías, y el Partido Socialista de Aysén (y el Frente Amplio que no es partido en Aysén). Pero la gobernadora saliente pareció no leer este fenómeno y apenas unos minutos después de saberse vencida, ya esbozaba en los medios la vaga idea de ser candidata a parlamentaria.
¿Por qué una candidata que acaba de recibir una paliza de parte de la derecha querría enfrentarse para disputar el parlamento? ¿Cuál es el capital político de Andrea Macías? A juzgar por los resultados, ese potencial disminuyó considerablemente durante su gestión.
Pero el gran problema de la izquierda acecha como un fantasma histórico. Dos semanas después de las elecciones, la autocrítica no figura por ninguna parte. Por el contrario, la soberbia se impuso de tal modo que tuvimos que ver a la ex Convergencia Paula Acuña atrapada en la trampa radical de querer ser independiente, pero no tanto. Vociferó por redes que había ganado y, tal como le ocurrió a Jorge Schaulsohn hace ya más de una década, pasó la vergüenza electoral de su vida, y de paso desperdició el capital político que con su juventud era bastante significativo. Autocrítica y trabajo. Eso falta ahora.
Si me preguntan apurado, respondería que el sector se preocupó mucho de ganar la alcaldía y muy poco del Gobierno Regional. Es lo que pasa cuando los personalismos olvidan las instituciones: en Chile no se vota por un sector político o por otro; más bien se vota por el pulso de un momento, y la pavimentación que nos llevó a este momento estuvo llena de baches, tantos como los que sigue luciendo la ciudad de Coyhaique a casi cuatro años del primer triunfo de Carlos Gatica.
Es contradictorio querer fortalecer las instituciones y al mismo tiempo utilizarlas como trampolín político. Y es una trampa fantasiosa cuando se lanzan a una piscina y nadie de su círculo cercano les advierte que no hay agua, aunque era un secreto a voces que los puerta a puerta de Macías estaban saliendo mal.
Pongámosle cifras. En su primera elección, la flamante gobernadora entonces obtuvo 18.283 votos. En la reciente alcanzó los 20.871. Si consideramos que en 2021 votaron 40.713 personas y este año 72.221, llegamos al triste resultado de que, de esos 32.500 votos de diferencia, solo 2.500 personas optaron por Macías. Paliza. Si además consideramos que la saliente gobernadora fue una de las tres personas que triunfó en primera vuelta en la primera elección democrática de gobernadores regionales, llegamos a la conclusión inevitable de un trabajo mal hecho, territorial y políticamente hablando.
A un año de las elecciones presidenciales, hay mucho que aprender. No bastó con preguntarle a la gobernadora ¿qué está haciendo, Gobe? hasta el hartazgo en las redes sociales, porque aparentemente una minoría se enteró de las luces de su gestión y la gran mayoría optó por no reelegirla.