El triunfo en Estados Unidos del candidato del Partido Republicano no deja lugar a dudas: entramos a la Era Trump. El impacto que este triunfo trae para el mundo es innegable y se teme (con razones fundadas) que haya un viraje al pasado, un retroceso hacia los años '50, a los tiempos del macartismo donde el nacionalismo más agresivo agitaba sus banderas.
No es realismo mágico si aseveramos que la Era Trump trae consigo el congelamiento de todas las iniciativas contra el cambio climático, el retorno a las energías convencionales, el negacionismo a los efectos que las acciones humanas tienen sobre el planeta, que ha entrado a una fase de enfermedad casi irrecuperable.
Tampoco es alarmismo si aseguramos que Trump reordenará a su antojo las piezas del tablero mundial, no por nada se acaba de erigir como el líder de la mayor potencia del siglo (aunque con serios problemas en su economía). Podrá "desarmar" guerras; apoyar a sus "amigos"; mirar con indiferencia los problemas de severa hambruna en muchos lugares; desestimar los efectos de la sobrexplotación de los recursos naturales y de la deforestación; castigar con aranceles altísimos las importaciones, entre otras medidas.
La Era Trump mirará como enemigo interno a las feministas, los inmigrantes, las personas LGTBIQ+ y a todas las personas de ideas progresistas. Porque su liderazgo no respeta minorías o disidencias, no construye sociedad desde mínimos civilizatorios. Vocifera el cierre físico de sus fronteras, la expulsión de miles de inmigrantes y hacer grande a Estados Unidos otra vez (movimiento MAGA). Su promesa MAGA se entiende cómo mejorar la economía interna y los niveles de seguridad.
Convenció a los votantes latinos, a los jóvenes, a las mujeres, que su Era traería prosperidad económica y seguridad a todos sus habitantes. No le costó mucho debido a que su contrincante, Kamala Harris, formaba (aún forma) parte de la administración de gobierno que tiene un 66% de desaprobación en cuanto al manejo de su economía, con zonas clave del país con un aumento de la inseguridad por el manejo de la inmigración ilegal, envuelto además en conflictos bélicos económicamente costosos y con (potencial) involucramiento militar.
Así las cosas, revisemos las calurosas felicitaciones que ha recibido Trump por su triunfo. Es muy "humano" ponerse rápidamente al lado del ganador y demarcarse del perdedor. Aunque algunos se pasan, como el presidente Milei, quien le manifestó a Trump que "para llevar adelante su tarea puede contar con Argentina". Seguramente eso le provocó un gran alivio a Trump. Otro que se puso del lado de Trump fue el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, quien junto con felicitarlo le recordó que requiere de su respaldo para ganar la guerra contra Rusia.
La presidenta de la Comunidad Europea, Ursula von der Leyen señaló en un comunicado "Los Estados Unidos y la Unión Europea son más que simples aliados. Nos enlaza una verdadera asociación entre nuestros pueblos, que une a 800 millones de ciudadanos". Está más que claro, los grandes se atraen y potencian y algunos pequeños se arrastran a besar el suelo que pisa el grande. Al resto le quedan dos posibilidades: 1) aceptar lo que venga y como venga, 2) configurar su propio camino en búsqueda del buen vivir, justicia social y dignidad para sus habitantes.
La Era Trump será un viaje al pasado, a las prácticas abusivas e intolerantes, a la gobernanza a través del modelo capitalista neoliberal. Lo mismo ocurriría si hubiera ganado el Partido Demócrata, ninguna diferencia. Aunque el show televisivo le haya hecho a usted creer otra cosa.