La obligación moral de un senador de la República debiera ser condenar sin miramientos a cualquier comprobado abusador sexual de niños o niñas; reprender públicamente a cualquier victimario que atente contra la integridad de los más pequeños de la sociedad, de los más frágiles del sistema, de los que han sido abandonados gobierno tras gobierno, de las siempre invisibles infancias de la patria.

Y, sin embargo, lo que vemos es al ahora ex presidente de la UDI, Javier Macaya, defendiendo a brazo partido a su padre, a estas alturas un connotado abusador sexual de niñas, condenado apenas a 6 años de cárcel por dos delitos similares. 

Pero esto tiene muchas más aristas que hablan del privilegio de un grupo social de Chile para el que la justicia llega solamente cuando ellos o ellas son las víctimas. Cuando los victimarios son sus propios familiares, la justicia nunca llega.

Seis años de cárcel por haber dejado a dos personas dañadas de por vida parece una condena minúscula, una maldad jurídica. Pero estas prebendas comienzan mucho antes, cuando se le permite a este depravado sexual, a esta bestia sin nombre, esperar la condena en su casa a cambio de 150 millones de pesos, una fianza que un minúsculo grupo de ciudadanos o ciudadanas podría pagar de un momento a otro.

Es la justicia para ricos y pobres, que no es la misma, aunque la impartan los mismos tribunales. Pero lo más preocupante es la estatura moral de la derecha que ha salido tarde, mal y nunca a defender a las víctimas. 

Por el contrario, como suelen hacerlo, se pusieron del lado del victimario. No ha habido una declaración convincente de ningún partido de derecha ni de ningún personero de ese sector. ¿Pero hay que esperar algo de ellos? ¿Hay que esperar algo de quienes históricamente han preferido que una niña dé a luz a un hijo de su violador antes de que acceda a un aborto seguro y a un futuro digno? ¿No son acaso los mismos que creen que 50 años es mucho tiempo para seguir buscando a los desaparecidos y desaparecidas de la dictadura? ¿No se trata por casualidad de la misma derecha que durante décadas se negó a reconocer en Paul Schäfer a un peligrosísimo pederasta? 

No olvidemos que uno de los principales defensores del criminal alemán fue nada menos que ministro de Justicia ¡y Derechos Humanos! del segundo Gobierno de Sebastián Piñera. Así es la concomitancia, el oscuro coqueteo entre la derecha y esos sucios trigos de la historia criminal chilena.

Son los mismos que, hocico hinchado, hablaron durante 4 años de "los niños primero". Pero, por lo visto, siempre estuvieron al final, porque siguen en la misma parada: siempre con los victimarios, jamás con las víctimas.