En memoria de Fabián España Rivera…

La Región de Aysén y la fotografía chilena están de luto. Ha partido un hermoso retratista austral, un creador de mirada profunda y actitud calma que, sin embargo, lidiaba en silencio con los fantasmas de la salud mental que tanto dolor acarrean a sus víctimas y familiares.

Hoy pensaba escribir sobre otro tema, pero me conduelo con la repentina ausencia de un incansable recolector de imágenes de genuinos grises que quiso siempre regresar a las raíces patagonas, al rostro surcado de pampa quebrada, al habitante perdido entre los cerros de Aysén, siempre rodeado de animales y bosques eternos. 

A ese inagotable coleccionista de entrañables almas y paisajes estamos despidiendo trágicamente este otoño.

Fabián, a sus 40, decidió fundirse en sus grises eternos y hacerse uno con la química del dolor, como tantas veces ocurre, todos los días, en todas las ciudades de Chile. Y es urgente frenar esta epidemia de tristeza.

Un estremecimiento sacude el alma cuando te cuentan que otro de tus pares, de tus vecinos, de tus familiares, no resistió los alaridos de su existencia y le puso un punto final, un alto desesperado, cuando todavía parece quedar tanta ruta.

Fabián, nos quedamos con tu mirada y con tu silencio que, supongo, gritaba cicatrices. Gracias por tu valiosa obra, por tu honesta serenidad y por tu permanente disposición a engranar a los integrantes de la comunidad. Pienso en el dolor de Cochrane y en la sólida labor social que cumplen los narradores visuales, muchas veces cargando pesadas mochilas de solitaria desdicha. Por todo eso, duele tanto allá y acá.

A la sociedad artística de Aysén hoy le falta un émbolo y este mecanismo social ya no gira igual que antes.

En las vueltas que nos queden a todos, a todas y a cada uno, pongamos mayor atención al de al lado, a la que le duele el simple acto de despertar, a los callados que quieren gritar su melancolía, su padecimiento, la derrota permanente de vivir deprimido. La pena que desgarra. Cobijemos, poco a poco, e intentemos reparar esa trizadura que hiere a los pueblos con el poder intempestivo de las malas, de las pésimas noticias.

Detengamos la tristeza con el amor de la comunidad para que la potencia del dolor no se nos cuele en los huesos.

Hasta siempre, Fabián. Y gracias por dejarnos tu bendita composición del sur y su huella perenne.