Para que no se nos olvide

Cuando se habla de casos emblemáticos, de esos que se retienen en la memoria, sin duda que la agresión a Nabila Rifo, es uno de esos. Pero, al parecer, no para todos. Lo que vivió esta mujer aquella helada noche de mayo del 2016, sin duda, una vez conocidos todos los detalles, algunos macabros, parecen haberse quedado en nuestra retina. Pero, parece que no a todos.
La reciente liberación condicional de Mauricio Ortega, condenado por la brutal agresión, reabrió una profunda herida en la conciencia colectiva. Nuevamente, todas las miradas se posan en la región de Aysén. La decisión de la comisión que otorgó el beneficio de la libertad condicional, pese a informes negativos de Gendarmería, genera más dudas. No solo por lo que representa para Nabila, sino por el mensaje que se envía a todas las mujeres que han sobrevivido a la violencia de género.
Ortega fue condenado a 18 años de cárcel luego de una rebaja de pena que desestimó el delito de femicidio frustrado. Debía cumplir 25 años preso. Hoy, tras un poco más de ocho años, vuelve a caminar libre por las calles. Mientras, Nabila Rifo, quien ha demostrado una resiliencia admirable, debe aceptar medidas de seguridad especiales para protegerse. ¿Qué clase de justicia es aquella que obliga a la víctima a reconfigurar su vida por la presencia de su agresor?
Si bien hoy en día los tribunales afirman que a la víctima sí se le notificó de la posibilidad de presentar sus descargos en la comisión, por qué entonces ésta lo niega. Y por qué, si es que fue notificada, no asistió el día en el cual debía presentar sus alegatos. En este punto, la duda está más que instalada.
Si bien se sabía que Ortega se encontraba pidiendo la libertad condicional, cómo nadie pudo anticiparse a los escenarios que se vendrían. Pero, parece que a algunos se les olvidó.
Mientras el Gobierno hace lo imposible para revertir la decisión, rumores de pasillos dicen que nada sacan. El momento de revertir la medida era frente a la Comisión de Libertad Condicional, no después. Pero parece que a algunos se les olvidó.
Más allá de las disputas administrativas, lo que está en juego es la credibilidad del sistema judicial frente a los derechos de las víctimas. La justicia no puede ser un trámite técnico que olvida el contexto humano. No basta con aplicar la ley; hay que interpretarla con perspectiva de género, con sensibilidad social, y con la firme convicción que proteger a las víctimas es una prioridad ineludible.
Hoy, más que nunca, la sociedad necesita una justicia que no solo castigue, sino que repare. Que no solo condene, sino que proteja. Que no solo mire el expediente, sino que escuche el testimonio. Porque cuando la justicia falla, el silencio se convierte en cómplice. Aunque parece que a algunos se les olvidó.